lunes, 9 de agosto de 2010

Coup de Torchon, de Bertrand Tavernier (1981)

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"Yo no estoy aquí para ser policía.
A mí me enviaron como un Cristo..."

Llego a esta película principalmente porque me hablaron de la novela en que se basa. Su autor, Jim Thompson, -desconocido para mí, debo reconocerlo-, es nombrado por importantes novelistas, y, sobre todo, por un tipo extraño que pedía dinero para una caja de vino y que me habló más de una hora sobre él, por lo que las referencias que aquí entrego son de su completa responsabilidad.

Al parecer, Thompson habría sido catalogado como un escritor perteneciente a la "corriente psicológica de la novela negra", aunque al parecer, el estilo de sus novelas (cerca de 40, sin contar guiones para cine y libros de relatos) fue bastante distinto durante algunos periodos de su vida.

Una de las cosas que me interesó fue que este autor fue el encargado de los guiones de varias películas entre las que se cuentan un par de Kubrick, La Huida, de Peckinpah, o Los tramposos, de Frears,con lo que ya se había asegurado mi atención de haber escuchado antes hablar de él o haberme topado con alguna de sus novelas.

Así y todo, -si confío en las referencias recibidas-, la película de Tavernier se aleja bastante del libro, aunque -y aquí repito la referencia exacta- "el director y el escritor parecen coincidir en la rabia hacia los otros y en el desprecio de la vida social que se observa en sus creaciones".

Recuerdo que tras esas conversación llegué a casa dándole vueltas al asunto y la verdad es que sí... Tavernier refleja de cierta forma en sus películas un extraño tipo de desprecio por el otro y la vida social, e incluso, podría decirse, un desprecio en varios aspectos de la naturaleza humana (pienso por ejemplo en La muerte en directo o en L`appat, principalmente).

¿Y que pasa con Coup de Torchon?

Pasa que acabo de verla y creo que es, sin duda, la mejor película de Tavernier. Al principio pensé que prevalecería el tono de comedia que tiene a ratos, pero el humor que se emplea es un humor oscuro, retorcido casi, y que sabe llevarnos a una visión compleja del mundo que presenta.

Es mucho más que una película curiosa o la puesta en escena de un personaje amoral y complaciente, -como leo en algunas escasas reseñas que pillo en la red-, el asunto es mucho más complejo y parece estar contenido por completo en el personaje central de esta película, de quien les contaré a continuación.

El personaje en cuestión es jefe de policía de un pueblito de 1280 personas -1280 almas es el título original de la novela-, un extraño personaje que no ha llevado nunca a nadie a la cárcel y que parece ser el hazmerreír de todos los poderosos de aquel pueblo.

Dicho pueblo, ubicado en África, pero bajo el dominio francés, más allá de que nuestro jefe de policía no encarcele a nadie, es fuente de numerosos abusos y situaciones que descolocan y turban continuamente al espectador: hombres blancos disparándoles por diversión a cadáveres de africanos, golpizas a mujeres y a negros, sobornos y abusos de autoridad por doquier... sólo por nombrar algunas.

Es entonces como todo aquello, -junto a otras situaciones que sufre en carne propia el jefe de policía-, llevan a este personaje a ejercer una justicia distinta... una forma de resolver los conflictos donde nada parece tener valor alguno.

Esta forma, sin embargo, es la que contiene la profunda complejidad del film. No se trata de simple maldad, o interés personal, ni mucho menos de venganza. La forma en que comienza a ejercer la justicia este jefe de policía tiene que ver más bien con el entendimiento de algo escencial y terrible al interior de la naturaleza humana y que él, de cuando en cuando, irá dejando establecido en algunos de sus diálogos.

Y es que en esta película, tal como se señala en algunos momentos, no puede confiarse en una justicia terrenal tradicional, y a la vez, tampoco puede esperarse un juicio final. Esto, porque las nociones del mal y el bien en el mundo que nos muestra esta película, se encuentran oxidadas, son cosas que dejaron de usar hace mucho y que han pasado a ser inoperantes. Absurdas.

Es de esta forma como el jefe de policía se aleja de su rol, y pasa a asumir el papel de Cristo, -como se señala, por palabras suyas, en el epígrafe de este texto-. Pero no hablamos aquí de un Cristo dispuesto a poner la otra mejilla, hablamos del Mesías en su rol verdadero: ese que echa violentamente a los mercaderes del templo o el que debía venir para instaurar su reino sobre el mundo y acabarlo.

Tavernier nos muestra entonces un mundo donde nadie tiene derecho a ser salvado, donde nadie en verdad es inocente. Donde todos, de cierta forma, contribuyen al crimen que realizan los demás. Así lo expresa por ejemplo el propio jefe de policía:
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"Yo no estoy aquí para ser policía. Aquí me enviaron como un cristo, a cargar con un puñado de cruces... Trato de salvar al inocente, pero acá no hay ninguno. Todos los crímenes son colectivos..."

Es así como la forma de ejercer justicia de este policía, incluidos los asesinatos que realiza, pasan a ser un acto de caridad. Y es que si bien es horrible aquello que pueda hacer, si te pones a pensar bien, si observas el mundo... -le cedo aquí la palabra nuevamente al policía-, verás otras mil cosas diferentes: niños muriendo de hambre, niñas vendidas como esclavas a las que le han cocido el sexo... y empiezas a pensar que Dios ha creado el asesinato por pura bondad. Porque ¡qué es el asesinato comparado con todos esos horrores!

Es por esto, -porque el personaje, si bien se justifica, también se condena junto con los otros-, que no puedo entender de forma simple esta película. Y por lo mismo, es que tampoco puedo entender la conducta de su protagonista como amoral, o clasificarla de esa forma.

Creo que hacer eso, sería reducir esta película a algo conveniente, sería como traducirla utilizando un código a través del cuál no podemos ser atacados. Es decir, se produciría la misma distancia que se intenta evitar acá: la de alejarnos de lo criminal, la de querer sentirnos libres de culpa y situar el mal en los otros: el crimen como algo individual, en lo que no tenemos responsabilidad alguna. Sería seguir en el mismo error de siempre y juzgar al otro porque hizo aquello que debe hacerse y que los demás no nos atrevemos a hacer, una vez que se agotan los otros caminos. Veámoslo en palabras del propio personaje:

"¿Se disculpa un poste por rellenar un agujero? Puede que en el fondo del agujero haya conejos y el poste los aplaste, ¿pero es culpa del poste ajustarse a un agujero que fue hecho para él? Y no me vengan con que un poste es algo inanimado, después de todo ¿no somos todos nosotros más o menos inanimados?"

Es así como las acciones que realiza este personaje parecen acojerse a la voluntad de otro. Él se entiende como un enviado, un Mesías, alguien que vino porque los otros caminos fueron ineficaces y ya resultan absurdos: No llores, le dice a otro personaje, yo ya he llorado todo lo que he podido y nada se arregló.


En definitiva, la película de Tavernier me parece mucho más que una obra extraña o bien realizada: la considero más bien una obra subversiva. Agresiva. Verdadera.

Y el personaje de Corey, el jefe de policía, uno de los personajes mejor construidos y más interesantes que me ha tocado ver en cine hace mucho tiempo... Por esto, principalmente, es que lo dejo a él cerrar esta entrada:

"Exageran mi papel... Yo sólo ayudo a la gente a revelar su auténtica naturaleza, esa es mi función. Es cierto, es un trabajo sucio, y tú puedes muy bien decir que merezco todo el asqueroso placer que saco de esto... ¿pero saben? No me avergüenza, pues ese es otro aspecto de mi negocio: disfrutar con las miserias ajenas..."

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