lunes, 31 de enero de 2011

Una silla sentada en otra silla, o la leyenda de los siglos, de René Magritte.

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I.

No me va ni me viene,
es un dicho que me gusta.

Anoche lo descubrí
cuando el dueño de un bar
vino a increparme
porque según algunos testigos
yo había escrito aquella frase
hundiendo la punta de un cuchillo
en las paredes de un espacio
algo oscuro
que había en el fondo
de aquel bar.

¿Y con cuál cuchillo?
pregunté yo,
intentando defenderme.

Pero entonces
el dueño del bar
y dos garzones grandes
y hasta un cocinero oriental,
me hicieron ver que tenía aún
en mis manos
el arma del delito,
destruyendo de paso
todo tipo de argumento.


II.

Lo extraño del caso
es que me nace decir que estoy seguro
que no lo hice.

Además no estaba
borracho,
o sea, no al menos
tan borracho,
y lo del cuchillo en la mano…
bueno…
es extraño, lo admito,
¡pero hay cosas más extrañas!


III.

Entonces vino
el primer desenlace,
y ocurrió así que ellos
comenzaron a amenazar
sin pedir nada en concreto;
es decir,
nada de pagar la muralla,
o el cuchillo,
ni que me fuera del lugar.

Y claro,
yo que hace tiempo
quiero una cicatriz en el rostro,
me acordé que tenía cojones
y se lo refregué en la cara

(o sea, no los cojones,
sino el hecho irrefutable
de que sí los tengo)

En resumen,
al final resultó
que utilicé el ímpetu que me dio uno,
contra el primer garzón,
y la fuerza del segundo
para derrotar al otro.

Lo malo fue que me faltó un tercero
para enfrentar al cocinero oriental,
quien tuvo además un golpe de suerte
o unos cuantos,
antes de sacarme del local.


IV.

Tras salir del local,
y acomodarme la cara,
descubrí sorprendido
que habían tirado ante mí
una chaqueta extraña.

Era azul y tipo cortavientos,
y tenía una impresión hermosa
en la espalda:
un cuadro de Magritte donde aparece
una silla sentada en otra silla
en la orilla del mar.


V.

El caso es que debo haber pasado
un par de horas,
tirado en una plaza,
cerca del local.

Hacía frío,
pero con la chaqueta puesta,
no podía ver la imagen impresa
de las sillas,
así que me dediqué a mirarla
cubierto con mi polera blanca
que tenía además ahora una mancha nueva
que había brotado desde mi nariz
tras la ayuda del cocinero oriental.

Luego,
supongo que me dormí,
con la chaqueta como almohada
y tuve un sueño que fue muy importante
en ese entonces,
pero que ahora no recuerdo.


VI.

Desperté sin la chaqueta
y con mi cabeza apoyada contra una piedra:
mi propia Bethel,
pensé.

Así,
mientras intentaba acordarme
de la imagen de Magritte,
sucedió que recordé en cambio
que el cuchillo que tenía en la mano
y a partir del cual fui inculpado injustamente,
había estado en realidad ahí
por razones justificadas
y razonables,
y que hoy por lo demás
ya no vienen al caso.


VII.

Fue entonces que sentí algo
similar a lo que debe haber sentido el cuadro
de Magritte,
de haber sido un ser vivo.

Y comprendí en parte que el asunto ese
de la silla sentada sobre otra silla,
es en realidad un asunto mucho más complejo
de lo que parece.

Es decir,
no es complejo como un nudo
de esos que hacen en las cuerdas
los suicidas,
pero sin duda es uno de los que hacen
todos los que alguna vez se han detenido a pensar
sobre su propia existencia.

Entonces comencé a darle vueltas a pensar
cuál era la silla que verdaderamente
estaba sentada,
y comprendí de golpe que además de esas dos,
existía también una tercera
y que esa era sin duda
la verdadera.


VIII.

Horas después,
y para finalizar,
una señora que compone huesos
me enderezó la nariz
y me prestó internet,
donde busqué por largo rato
hasta dar con la imagen
del cuadro de Magritte.

Sin embargo,
al mirarlo ahora,
tras descubrir el secreto,
sentí tal indiferencia por aquella imagen
que me extrañé
de mi propia indiferencia.

Y claro,
la señora no me preguntó
lo que me hacía sentir esa pintura
en ese momento,
pero de haberlo hecho
quizá le habría respondido sin dudarlo
que aquella imagen
no me iba, ni me venía
en lo absoluto,
pues había logrado fijarse en mí
(al interior mío quiero decir)
igualito que una piedra.

Mi propia Bethel.

Mi almohada.
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domingo, 30 de enero de 2011

Ordenando la dvdteca.

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Ya termina enero y como ya es costumbre estos últimos meses, prácticamente no hay palabras para algunas películas o libros que uno va consumiendo de tanto en tanto.

Para cambiar un poco la costumbre veré cuántas de las películas de este mes aún recuerdo y vale la pena intentar comentar algo.

Respecto a descargas o links que las permitan, intentaré agregar algunos en los comentarios, por si alguien se anima a ver alguna, pero no prometo mucho, realmente.

En fin, aquí van algunas:
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The Field, de Jim Sheridam (1990).

Impresionante película. De hecho, hasta falta un poco el aire para decir algo de ella.

Según se indicaba en los créditos está basada en una obra dramática de John B. Keane, a quien desconozco, o no recuerdo haber leído, por lo menos.

Quizá pueda decirse que el núcleo de la historia no deja de ser algo clásico, sobre todo pensando en el mundo teatral –un hombre obsesionado con la pérdida de un hijo, el silencio con su esposa, el hijo vivo, la heredad de la tierra… la vida que no se sabe qué es…-, sin embargo, la película llega incluso más allá, imponiendo otros temas, como la realidad histórica irlandesa, la lucha del hombre del hombre con la naturaleza, y el enfrentamiento a partir de cada una de sus acciones de dicho hombre con Dios, o con lo que entiende de éste último.

Es por tanto desde la suma de estos temas, desde donde la película de Sheridam se yergue imponente, sumando además una buena fotografía y actuaciones sobresalientes en todo momento.

Una película trascendente, como esas de antaño que podían mostrarte la lucha de un hombre por llegar a ser o entender realmente qué significa serlo… y bueno… cosas que hoy por hoy, -hay que reconocerlo-, ya no importan mucho, después de todo.


127 horas, de Danny Boyle (2010).

Hace muchos años le tenía fe a Danny Boyle. Principalmente a raíz de Tumba al ras de la tierra, donde se notaba un buen manejo de las imágenes y una interesante construcción del film que se reflejaba en un interesante ritmo narrativo, y un buen manejo del guión.

Luego vino Trainspotting y claro, ya algunos se aventuraron a considerarlo como director de culto y hasta algunos aventuraron un estilo propio, del que se alejó un tanto para ganar el óscar –cosa que en realidad dice bastante poco en relación a calidad-, con Slumdog.

Con el tiempo sin embargo, y con los años, la estética de Boyle fue revelando su falta de sustancia, su armado de videoclip, poner las imágenes a velocidad alta y súper alta y alterar el orden un par de veces: todo un éxito, claro.

Lo malo es que no conforme con esto, Danny Boyle quiere hacer creer que su cáscara brillante envuelve algo más, y su pretensión termina por el suelo pues carece de un peso real y consistente.

En este sentido, su cine, parece más un huevito de pascua de esos que resultan huecos, o relleno de esas cosas que revientan en la boca y que antaño se llamaban petazetas, y cuyo efecto desaparece al poco tiempo.

¿Y 127 horas?

Pues lo mismo. Y digámosle estilo, esta vez, para no hablar de estancamiento.

Lo malo es que alguien podría alegarme que su retrato liviano es justamente lo más fiel que puede construirse a partir de un sujeto contemporáneo, posmoderno, o como quiera llamarse. Y yo tendría que darle razón, por supuesto, aunque sólo por evitar discusiones largas, e intrascendentes.


Ponyo, de Hayao Miyazaki (2008).

Me tinca que acortan las películas de Miyazaki. No sé si será Disney, o las tijeras serán movidas por parte de las distribuidoras, pero algo hay en algunas de sus películas que me parece falto de tiempo, y de desarrollo.

Sólo he comprobado que lo han hecho con las versiones de Nausicäa, Porco Rosso, y con algunos dvds de la princesa Mononoke y El Castillo Andante… películas que he podido ver en ambas versiones y que son verdaderas piezas de arte y de sensibilidad cuando tienen su metraje completo.

Y es que la sensibilidad necesita su tiempo para fluir correctamente y no que le anden haciendo bromas repetidas y de mal gusto, como sabanitas cortas.

Así y todo Ponyo me parece una buena película. Más cercana al lenguaje infantil de Totoro, con la que iguala el efecto hipnótico que produce en niños de cierta edad, o en adultos inmaduros –esto último lo digo con la confesión de quién se quedó pegado con el lenguaje y la apariencia de esa chica de ojos separados en medio de sus mutaciones-, aunque carece en parte de la fuerza avasalladora del final de Mononoke, por ejemplo.

Una película más cercana al estilo Disney aunque no deja de tener el sello Ghibli –más que el sello Miyazaki, que para mí es superior-, y que ofrece esta alternativa con bastantes más aristas, aunque muy poco desarrolladas.

**Spoiler: Como dato que ejemplifica esta falta de desarrollo, contar que mientras la veía con mi hijo y se acercaba la prueba final -donde debía verse si Ponyo y Sosuke se amaban realmente-, mi hijo pensaba que no iban a superar la prueba, porque su amor había alcanzado a fortalecerse o a adquirir profundidad a lo largo del film… ¿o será fruto de mis genes…?


El zurdo, de Arthur Penn (1958).

Considero a Arthur Penn un gran cineasta. No son muchas sus películas, pero no recuerdo alguna que no me haya movido de mi sitio o no me haya impresionado. El milagro de Ann Sullivan, Bonnye and Clyde, o esa tremenda película que es La jauría humana

Con El zurdo, anterior a todas esas, y donde se aborda la figura de Billy the kid, iba por lo tanto encantado desde antes… y si bien no fue por los caminos que esperaba, la película me gustó de todas formas, y tenía ese germen para reconocerla como una película de autor.

Lo suficientemente íntima como para tratar a Billy como un hombre y no como un mito, la película contiene ese germen subversivo que tenían todas las películas de Penn, donde la violencia o cierto llamado a la transgresión, siempre se ve como algo necesario –o al menos en cuestionamiento-.

Aún así, lo que menos se encuentra en esta película son enfrentamientos o balaceras, -aunque las hay-, lo que debe haber decepcionado bastante al público de entonces al encontrares a un Billy obsesionada por una escritura bíblica y por hacer coincidir su figura con aquella que el mito construía, pero sin verse a sí mismo realmente.

Es así como El zurdo o El hombre zurdo –como también se ha raducido esta película para enfatizar la adjetivación como núcleo significativo-, viene a representar algo más complejo de lo que parece a primera instancia… es decir, un hombre que va por un camina distinto, que ve por reflejo y no directamente, y que intenta vivir la vida de la manera más correcta que puede, a partir de esas condiciones.


El baño del Papa, de César Charlone & Enqrique Fernández (2007).

Una película que me sorprendió gratamente y que llegó a mí por mera casualidad.

En un principio pensé comentarla junto a otras uruguayas que he visto este último tiempo, como El Dirigible, de Pablo Dotta, o Whisky, de Scoll y Rebella, que vi de nuevo hace unos días… pero como no logro encontrar 25 watts, que aún no he visto y en realidad la película de Dotta, no me agradó lo suficiente, a pesar de sus ideas… pues bueno, aquí va sólo sobre El baño del Papa.

Una película íntima, bien filmada, con una serie de personajes excelentemente representados por actores que desconocía y cuyos nombres, para ser sincero, no recuerdo.

El argumento nos lleva a un humilde pueblito uruguayo, convencido de que su suerte puede cambiar pues el Papa –Juan Pablo II… de hecho se basa en un hecho real-, visitará el lugar lo que atraerá mucha gente y de ahí, posibles ganancias… sueños… cambios de vida.

La película, sin embargo excede por mucho esta temática y este conflicto específico, y se introduce de lleno en la vida de estos personajes, en su situación marginal, y nos muestra el brillo de sus vidas… más allá de todas las miserias y circunstancias específicas… principalmente porque retrata de manera magistral el tamaño de su espíritu a partir del tamaño de sus sueños.

Una película que podría resultar emparentada con La fiebre del loco, de Andrés Wood, y que está por entre las mejores películas latinoamericanas que me ha tocado ver en el último tiempo.


Drabet, de Per Fly (2005).

Tercera película de la trilogía donde el director danés aborda distintas clases sociales.

Se nota de hecho, una realización más acabada que en las anteriores, aunque quizá peque de lo mismo que aquellas, es decir, ciertos excesos que pueden resultar un poco inverosímiles para el nivel de realidad que al parecer pretende alcanzar el film.

Dichos excesos, sin embargo, no hacen sino resaltar la miseria en la que puede caer un ser humano, o, mejor dicho, la miseria que, en cierto momento y debido a ciertas circunstancias, un ser humano es capaz de ver que posee en sí desde siempre, lo que resulta aún peor.

En el film, un profesor de sociología quien lleva una relación amorosa con una exalumna, se ve envuelto en un asesinato a raíz de una lucha contra un sistema que implica la muerte de miles de otros sin que se llegue a utilizar el mismo término.

Sin embargo, desde este mega discurso, la película llega al espacio íntimo del profesor, donde todos sus valores son puestos en duda a partir de una serie de circunstancias que, por respeto a quien quiera verla, no contaré…

La película está bien filmada, tiene muy buenas actuaciones y es bastante interesante… y claro, es otro más de esos terribles y bien hechos dramas nórdicos, a los que me refería en otro post, no hace mucho tiempo.


Waking life, de Richard Linklater (2001).

No sé si considerar la obra de Linklater como una película. Hay cierto argumento claro… el de alguien en un sueño y en otro y que no puede despertar, pero bueno… en realidad hay una excusa, más que un argumento, digamos mejor.

Dicha excusa permite sin embargo a Linklater abordar temas importantes y distintas reflexiones que giran en torno al hacerse responsables y conscientes de nuestra vida, a cuestionar el nivel de realidad en que vivimos, nuestra comunicación con los otros, etc.

De esta forma, si bien la película tiene momentos interesantes y bastante logrados, como un todo resulta –al menos para mí-, algo agobiante, un poco como la sensación de estar en ese sueño que no se sale, pero con demasiado bombardeo de información.

Es como si juntásemos varias propuestas interesantes y le diéramos forma en exposiciones, o ejemplificaciones varias que van sucediéndose unas a otras.

Con todo, sería injusto y equivocado decir que la película de Linklater es mala, de hecho hay varios fragmentos que seleccioné para trabajar con algunos alumnos ya que algunas de las ideas propuestas pueden ser desarrolladas.

Quizá con un poco más de humor, o con un manejo distinto de la tensión narrativa… pero no… mejor no… dejémosla así… igual está bien.

Además yo también soy latero.


Donde viven los monstruos, de Spike Jonze (2009).

Otro de los films que vi con mi hijo estos días, aunque éste, desde la figura del niño pequeño que protagoniza la película, llega a rozar temas bastante más complejos de los que suelen considerarse como “temas infantiles”.

Y es que el niño, llega a una isla habitada por monstruos, que poseen en sí mismos las miserias y virtudes de todo aquello que se supone, da forma a los seres humanos.

A su vez, el niño llega disfrazado también de otra cosa: “un niño que juega a ser un lobo, que juega a ser un rey….”, se dice de él, por ejemplo, en un momento que evidencia la verdadera profundidad del film.

En este sentido, la película de Jonze invita a ver al interior de cada monstruo, a sacarse el disfraz, y con ello también las distintas protecciones y normas que establecemos para ocultar necesidades y miedos básicos: no estar solo, la necesidad de ser amado, y entender y valorar que los otros son otros justamente y no existen en función de nuestras propias necesidades.

Una película que me encantó y que me niego a criticar negativamente porque le tomé un cariño extraño, o quizá porque me identifiqué y emocioné con varias de esas fieras.


Matilda, de Danny de Vitto (1996).

Algo tiene contra los adultos Danny de Vitto. Y contra los padres, o lo que ellos representan.

En esta oportunidad su excusa es el libro Roald Dahl, que le viene algo a la zaga en cuanto a su tendencia se refiere.

No se trata, sin embargo, de que se proteja cierta pureza, o algo similar, en los pequeños, sino simplemente que los otros están más gastados y sus bisagras rechinan cada vez que se mueven por ahí, entre las páginas o imágenes, que componen sus obras.

La película en sí tiene un ritmo entretenido y personajes caricaturescos casi en extremo, que lograron cautivar a mi hijo y que a mí, debo reconocer, también me gustaron bastante.

Además, de paso, la película está bien realizada y tiene un ritmo interesante, bastante similar al libro, lo que hace sumar una nueva buena adaptación de las obras de Dahl, que debiera darse con una piedra en el pecho por la suerte que ha tenido, en este aspecto.

En resumen, una buena películas, con algunas escenas que quedan grabadas y con unas actuaciones exageradas, pero fieles a lo que el libro de Dahl propone y que tanto cautiva, a sus lectores.

¡Sólo falta que alguien filme Las Brujas, otro de sus buenos libros…! Yo me ofrezco para adaptar el libro, y salgo barato…


Las aventuras del joven Indiana Jones (Serie, varios directores).

Hasta que logré pillar la serie en internet, y completa, con sus más de 20 capítulos de más de hora y media que había visto hace años y que ahora re-veo con mi hijo a medida que los voy descargando y nos damos un tiempo juntos.

Y es que a pesar de toda esa profundidad que a veces busco y cuestionamientos y dramas y etc., también es cierto que el personaje de Indiana Jones fue uno de mis favoritos cuando chico, tanto a través de las películas, como de lecturas que fueron, según recuerdo, los primeros libros que compré, por mis propios medios, por lo demás escasos.

Quizá por lo mismo, debía hacer finales alternativos y cómics y hasta leer harta historia para darles otros contextos también interesantes y misterios y cosas de ese tipo.

En la serie, distintos actores –incluidos hasta el propio Harrison Ford-, van mostrando distintas aventuras de Indiana a partir de distintos momentos de su vida.

Al mismo tiempo, cosa útil si pienso en mi pequeño –que tiene mucho menos lecturas, pero más entretención que yo a su misma edad-, cada una de estas pequeñas películas para televisión –que es en el fondo lo que son-, incluyen una serie de personajes, situaciones históricas y contextos, que permiten conversar sobre otros temas y motivar su interés por alguno.

Y claro, no son grandes y profundas obras de arte ni tremendas producciones como la saga de películas del mismo personaje, pero están bastante bien realizadas y tienen una cierta mirada pedagógica –no siempre exacta, hay que decirlo-, que puede motivar a varios, o reencantar a algunos…


L´ enfant (2005) – Rossetta (1999), de Luc & Jean-Pierre Dardenne.

Descubrí hace muy poco el cine de los hermanos Dardenne.

Y claro, puede sonar pretencioso decir “descubrir” cuando los hermanos franceses tienen hasta Palmas de oro a su haber y toda una crítica que alaba sus películas.

Pero lo cierto es que a pesar de que había leído sobre sus películas y su manera clara y desnuda de filmar y un sinfín de otras descripciones que buscaban dar cuenta de su cine… lo cierto es que no deja de producirme una sensación cercana al descubrimiento el toparme con estas películas y con sus personajes.

Y es que cuenta encontrar una comparación que nos muestre un film tan desnudo como éste y que a la vez, esté tan lejos de caer en guiones con historias tan complejas que terminan por parecer demasiado procesadas.

En ese sentido, el cine de los Dardenne parece esencial, heredero tal vez de un cine de Bresson, y ciertas premisas dogma, pero sin esas pretensiones ni intelectualismo que los contamine.

Llenos así de una desolación hermosa y natural, sus películas producen sensaciones y reproducen realidades de una manera que sólo me recuerda a una película que vi anteriormente, ya hace muchos años La vida soñada de los ángeles, de Erick Zoncka.

Personajes aparentemente desencantados, perdidos, marginales… pero que poseen una luz que es captada en su fluir, sin filtro alguno. Reveladora y necesaria.


Academia Rushmore, de Wes Anderson (1998).

Tenía pendiente esta película de Wes Anderson. Bueno, en realidad la tenía guardada, porque no quería agotarlo… pero al final me atreví a verla porque al parecer pronto se estrenará otra.

Y es que siento que me hacen bien las películas de Anderson… me hace bien porque hay una nobleza y una manera sencilla de enfrentar los “momentos difíciles de la vida” que me emociona y llena de aire el lugar donde me encuentre.

El punto es encontrar el momento preciso para ver alguna, y no malgastarlas, porque también pueden resultar algo empalagosas y repetitivas con algunos temas, según me han contado otros que han tenido menos suerte.

Por lo demás tiene un humor que me emociona, alegrías como con lágrimas escondidas… alegrías bálsamo, podríamos llamarlas…, de esas que sueltan nudos y a veces te hacen llorar un poco en vez de reír, pero que dejan una sensación bella, después de todo.

¿Saben…? Recién me doy cuenta que no he dicho nada en concreto de la película.

Pero bueno… eso pueden encontrarlo fácilmente en otros lados.

Buenas noches.
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sábado, 29 de enero de 2011

El señor Bartolo va a pescar.

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I.

Es chistoso el señor Bartolo.

Además tiene nombre de pez
y un aire serio, como pocos.

Cuando va a pescar, por ejemplo,
el señor Bartolo usa
una jardinera verde,
y lleva en una maleta plástica
sus utensilios ordenados
de tal forma
que cuando la abre parece enseñar
el mapamundi secreto
de otro mundo.

Es entonces cuando yo lo miro y pienso
que de no ser Vian,
una buena opción sería ser
el señor Bartolo.

Pero no se lo digo.


II.

Tiene una cabaña pequeña
el señor Bartolo.

Él la apunta con un dedo
desde la orilla del lago
y yo la observo.

Él también se queda mirando,
en todo caso,
y parece que no se cansa de verla.

Además está estrenando unos lentes
que pescó el día de ayer
en una pequeña playa privada
que hay en otro sector de lago.

Y es que de eso vive
el señor Bartolo:
o sea,
le pagan por pescar aquellas cosas
que llegan al lago
y que no le pertenecen.

Suena lindo:
“de eso vive”.


III.

De grande me hubiera gustado ser
el señor Bartolo.

Pero como ya llegué a grande
y no lo fui
supongo que eso es algo
de lo que se llama
sueños no cumplidos.

Por lo mismo,
quizá mi deseo
sea una de esas cosas
que pesca el señor Bartolo
ahí en el lago.

Él no habla mucho
sobre ellas,
pero guarda una colección
de esas cosas rescatadas:
zapatillas huachas,
muñecas desgastadas por el agua,
y hasta peces de plástico,
que supongo deben ser algo así
como las muñecas inflables
de los peces que permanecen solteros
o tienen problemas de convivencia.

De hecho,
pienso,
si don Bartolo fuera en verdad una clase de pez
sería uno de estos últimos.


IV.

Don Bartolo no se casó
ni tiene novia.

La gente del sector lo asusta con esto
y le dice que es triste
ser un viejito solterón.

Te vas a quedar solo con tus cosas,
le dicen.

Pero don Bartolo es valiente
y los mira,
como si él supiese que la felicidad
es otra cosa,
o tuviese en secreto
un plan alternativo.

Por eso,
a veces pienso que don Bartolo
pescó un Dios pequeñito
y olvidado
que le regaló un secreto,
o que construye una especie de novia
a lo Frankenstein
con las cosas que recoge.


V.

Es triste como llegan las cosas acá,
me dice un día don Bartolo.

Está pescando como siempre
y rompe su regla de no hablar,
para decirme eso.

Yo no sé cómo se dice eso,
ni leo mucho

-agrega-,
pero me gustaría que usted me recomendara
un libro donde se hable de esa tristeza rara:
sobre cómo las cosas que amamos
terminan acá.

Entonces yo miro a don Bartolo
y pienso que además de ser chistoso
es el único poeta verdadero
que conozco.


VI.

Nos hacemos amigos con don Bartolo.

Lo acompaño a pescar
y a veces me siento como otra de las cosas
que él recoge.

Un día me pasó una caña para ayudarlo,
y yo tomé vuelo
y tiré la caña para atrás
antes de para adelante
y se enganchó el anzuelo
en lo alto de un árbol.

Entonces me quedé así
un poco avergonzado
y pescando al revés,
y don Bartolo rió
hasta que le lloraron los ojos
atrás de sus lentes gruesos.

Y yo fui feliz
de hacer reír a don Bartolo,
y hasta se me olvidó
que tenía vergüenza.


VII.

El último día que estoy en el lago,
don Bartolo me pregunta
si hay algo que quiero recuperar.

Yo respiro hondo y pienso,
pero mejor después siento,
porque parece que es así como uno sabe
de verdad
qué cosas necesita.

Entonces don Bartolo me explica
que a ese lago van a dar
todas las cosas que extraviamos,
o que dejamos ir.

Pasa el rato
y el aire del lago,
que tiene olor a don Bartolo,
me hace llorar un poquito,
pero sin pena.

Por un momento pensé en pedirle
la zapatilla que se le fue por un río
a una amiga,
el otro día;
pero luego desisto
porque ella parecía más feliz
(y más chistosa)
a pie pelado.

Al final,
don Bartolo me regala,
un don Bartolo pequeñito,
que se encontró un día en el lago,
y me dice que cuando desee algo
que sea realmente necesario,
mire a ese don Bartolo,
hasta que me acuerde de todo
y me dé risa.

¡Y es que es lindo don Bartolo!

Si fuera Bartola
hasta me caso con él,
pero es Bartolo.

Y yo soy macho.
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viernes, 28 de enero de 2011

Conversación absurda sobre el teatro del ídem (Parte final)

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Cuarto acto.
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Escena 1: Exterior del salón (misma ambientación que en el acto anterior). Todos los personajes están en escena, pero la acción se centra en Madame Corticoide (MC), Vieja Culiá (VC) y el hombre invisible, quienes están en la parte delantera del escenario.
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MC: (A Vieja Culiá) Pues lo que es a mí, ese tal Vian no me da confianza alguna.
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VC: ¿Lo dice porque está hablando con mi hija?
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MC: No, lo decía porque siento que ha venido disfrazado de varias cosas, y se hará difícil adivinar lo que representa.
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VC: (Con desprecio) Yo creo que no es de temer, apenas es un hombrecito de letras…
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MC: ¿Y sabe usted de qué letras?
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VC: Da lo mismo en su caso… él no cree en ninguna… además no le gusta lo que es, y sus verdades siempre suenan absurdas.
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MC: Pues de todas formas su hija parece de lo más interesada…
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VC: Mi hija no tiene interés alguno... además ella está maldita…
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MC: ¿Su hija?
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VC: Sí, mi hija.
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MC: ¿Y en qué consiste su maldición?
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VC: Podría compararse a la que recibe alguien a quién se le dice que si se sienta no podrá volver a ponerse de pie… es decir, se le plantea en primera instancia no hacer lo que desea…
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MC: Pues no suena tan terrible…
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VC: Lo que pasa es que cuando ya no da más y se sienta, una nueva maldición aparece y le dice que si se pone de pie, no podrá volver a sentarse…
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MC: Suena un poco como el rigor mortis.
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VC: No. Suena más bien como las dos únicas formas correctas de ver la vida.
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MC: Es usted muy tajante.
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VC: Recuerde que soy Vieja Culiá…
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MC: Pero… ¿y si no fuera una maldición…?
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VC: ¿Cómo?
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MC: O sea, si en vez de verlo como una maldición lo viésemos como una bendición… una especie de resurrección que se le otorga una nueva posibilidad de movimiento…
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VC: Recuerde que sería un último movimiento…
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MC: Pero luego deja de ser el último…
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VC: Su visión es absurda, madame… además usted escucha, se hincha, y apenas parece vivir de rebote… por lo que supongo que esa es otra manera estúpida que usted tiene de entender la resurrección…
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MC: No quiero discutir, señora…
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VC: No quiere hacerlo porque yo soy peor que usted, y soy más fuerte.
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MC: Acá la fuerza no tiene nada que ver… acá se trata de ser absurdos, de arrojar palabras como arroz en el matrimonio de dos idiotas que no saben diferenciarse el uno del otro…
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VC: (Irónica) Es decir, enamorados de la única forma de la que es posible hacerlo…
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MC: No lo sé… pero supongo que acá también existimos de la única forma que es posible hacerlo…
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VC: Eso es según el disfraz que haya elegido… (Vieja Culiá se acerca a tomar un megáfono que usaba como sombrero el hombre invisible)
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MC: ¿Comenzaremos a adivinar ahora?
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VC: Esa es la idea.
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Escena 2: Vieja Culiá habla por el megáfono, ante lo cual los otros personajes dejan de hacer lo que estaban haciendo y parecen escucharla atentamente. Todos están en escena: Felipe Falopio (FF), Samuel (S), Madame Corticoide (MC), la señorita Cassatt (SC), Vian (V) y el hombre invisible.
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VC: Hombres fracasados y perras… secundarios sin importancia… invitados de mierda todos… (Felipe Falopio aplaude entusiasta, pero lo detiene Samuel) Ha llegado el momento final de esta reunión, donde les revelaré a todos ustedes de qué han venido disfrazados y luego los echaré cagando de este sitio…
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MC: Pues dudo que usted logre acertar de qué hemos venido disfrazados algunos de nosotros…
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VC: Duda usted erróneamente, madame de mierda, usted misma… usted ha venido un poco robándome el papel… una vieja culiá que busca entablar conversaciones con los otros, pero termina siempre sola… envidiosa, pero sobre todo sola… aparentemente orgullosa de no marchitarse, aunque en verdad eso ocurra sólo porque nunca ha estado viva… ¿o va a negarme acaso que ha venido disfrazada de flor de plástico… de mujer sola… de…
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MC: (Interrumpiéndola) ¡Pues eso es común, no puede usted criticarme como si fuese excepcional!
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VC: ¡Pero es común como la mierda…! ¡Lárguese de acá si no quiere que…! (Todo se corta abruptamente pues se escuchan fuertes golpes y la escena se va a negro, desde aquí hasta el final del acto, aunque al parecer siguen los mismos en la escena)
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S: (Emocionado) ¡Yo pronostiqué esta oscuridad… yo la pronostiqué para hoy… yo…
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VC: ¡Cállese mierda! ¡Usted nunca ha acertado a nada! Alguien ha hecho algo que no estaba previsto y el anfitrión vendrá y…
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V: (Interrumpiéndola, cortante.) No hay anfitrión.
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VC: ¿Quién chucha habla?
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V: Vian, habla Vian, y no estoy dispuesto que siga con esta estupidez…
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FF: ¡Espérense, que voy a parar mi grabadora!
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VC: ¿Sí…? ¡¿Y qué le molesta de esto…?! ¿Qué no va a ningún sitio…? ¿O ha descubierto usted que esto es tan absurdo como no hacer nada, como el silencio al que tanto teme?
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V: ¡Pasa que no aguanto verlos…! ¡Estar entre ustedes! No aguanto cuando el cierre del disfraz se me atora en la garganta y debo fingir que no me duele…
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VC: Esas son excusas y usted lo sabe perfectamente… de hecho es lo único que sabe… todo lo demás lo desconoce… es por eso que no tiene ya más palabras, nada qué decir… usted busca simplemente vomitar quien es porque su propio sabor le da asco, le hace hacer arcadas de usted mismo… náuseas de Vian…
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V: El asco es por la literatura, por las palabras vacías, por el absurdo… y sí… a pesar de todo caigo en eso, y a veces no me doy cuenta…
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VC: ¡Lo sabía!
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V: Pero erra usted en las arcadas, en las náuseas… mi asco tiene otros caminos y no son precisamente los que guía la repulsión…
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SC: Vian, sea usted sincero por favor…
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VC: Ve, hasta mi hija que es hueona, se da cuenta…
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V: Su hija me exige otra sinceridad, señora…
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SC: Sí, yo le pido que hable de lo verdaderamente absurdo, no de estos juegos a medias, donde cuesta tan poco parecer estar diciendo algo…
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VC: ¿Y puede saberse que es eso realmente absurdo, Vian, si es que vale la pena decirlo?
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V: Hablar de lo realmente absurdo es complejo señora, e inútil…
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VC: Lo que sucede es que usted no quiere admitir que el gran absurdo es la vida misma, la búsqueda de algo, los sentimientos hueones… los sistemas de valores… los…
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V: (Interrumpiendo) Absurdo es también que se pretenda que yo tenga todas las preguntas, o las respuestas… o pensar que el asunto es tan simple que pueda reducirse a unas cuantas palabras… Absurdo es intentar construir una verdad y sólo desarrollar mentiras nuevas…
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VC: Pues lo quiera o no, puede verse que usted está de acuerdo conmigo…
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FF: (Entusiasta, pero fuera del tono de la conversación) Yo cuando niño jugaba a repetir la palabra refrigerador todo el tiempo, hasta que perdía el sentido, me gustaba eso… escuchar el sonido de esa palabra cuando el significado se le había ido.
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V: (Siempre con un mismo tono como ajeno a los comentarios de los otros) Absurdo es el apéndice y la billetera, y la foto en la billetera de la mujer que engañas… de los hijos que desconoces cuáles son sus sueños…
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VC: (Interrumpiendo) No termina de llegar usted a la realidad Vian. Le tiene miedo…
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V: Absurdo es que muera aún gente de hambre, que llore gente a solas en sus piezas… que las personas que se aman dejen de hablarse y se alejen o que se mientan ellas mismas… es absurdo que embaldosemos el patio, para esconder la tierra… absurdo es el sonido de la risa cuando suena sobre nudos, sobre cosas no resueltas…
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VC: ¡Aburre usted, Vian! No se da cuenta que los otros se están yendo, Samuel y hasta Felipe Falopio…
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S: Eh… me voy, pero es que tengo un pronóstico pendiente…
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FF: Yo también, pero les dejo la grabadora… está apagada, pero pueden prenderla cuando terminen…
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SC: Deje que se vayan Vian…
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VC: ¡Te estás entrometiendo mucho chiquilla de mierda…!
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V: Es absurdo que exista la sensación, la huella corporal del volar en los sueños y que pensemos que somos incapaces de hacerlo fuera de ellos… absurdo es tener un presidente que habla de igualdad cuando él solo tiene el mismo capital que casi 10 millones de chilenos…
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MC: Comunista fracasado… me voy también de acá… están hablando idioteces y no tengo tiempo que perder con todo esto…
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SC: Usted se va porque tiene miedo de la oscuridad y de las palabras que se dicen en la oscuridad…
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VC: ¡Ya te advertí que te callaras, cabra de mierda! Deja que se vaya esa que también está de más, y…
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V: (Retomando sus palabras) Es absurdo que exista gente que trabaje sirviendo a otros, y otras que pudiendo, lo hagan en cosas que no los apasionan, salvo por el dinero… (Se escuchan pequeñas risas de Vieja Culiá) Es absurdo que los padres se acuesten sin abrazar a sus hijos… o que ellos corran en su sitio frente a un juego electrónico en una pantalla de televisión…
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VC: ¿Va a seguir toda la noche, Vian?
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V: (Sin detenerse) Absurdo es que muera gente sin conocer el mar, o la nieve… o que muera gente que conozca el mar y la nieve, pero que se desconozca ella misma…
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VC: (Mientras Vian habla) ¿Por qué mierda no se calla Vian? Está diciendo estupideces pueriles y absurdas y usted lo sabe…
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SC: Usted quería que le contaran lo verdaderamente absurdo, madre…
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V: Absurda es que existan chicas a quienes no sacan a bailar, o gritos que no se escuchan… absurdo es que los que tienen voz no griten por los que no tienen…
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VC: ¿Acaso no ve que sus palabras están de más y no tienen sentido alguno?
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V: Absurda es la literatura y el arte que juega a decir algo de forma ingeniosa y falsa… (Nuevas risas de Vieja Culiá) …absurda es la belleza externa… la belleza costra… meterse implantes de pechos o vomitar de gusto aquello que recién has comido…
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VC: (Habla al mismo tiempo que Vian) Pues creo que me voy… le diría mis razones, pero usted sabe muy bien que atrás de todo esto hay verdades que nos unen…
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V: Absurdo es no darte cuenta del día de hoy, de las posibilidades que tiene… o de que puede ser el último…
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VC: ¡Me voy…! ¡Te quedas o te vas, Eleutheria!
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SC: ¿Me estás dando a elegir, madre?
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VC: Es sólo porque no sé qué es peor para ti…
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SC: Creo me que me quedo…
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VC: Me alegro cabra hueona, elegiste lo peor…
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V: (Quien no ha dejado de hablar durante el diálogo anterior) Absurdo es vivir con alguien a quien le mientes diariamente… a tu pareja, a tus hijos o hasta a ti mismo… absurdo es definirse una y otra vez para justificar nuestras acciones y decir que son tan nuestras como todas…
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SC: Ya es suficiente Vian… mi madre ya se fue, puede detenerse…
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V: Absurdo es el petróleo derramado en el mar… absurdos son los cuerpos quemados de los hombres luego de que estalla alguna bomba… absurdo es no sonreír, absurdo es decir que no te gustan ciertos sabores, sin probarlos… aunque absurdo es también probar en general, lo que no necesitas…
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SC: Vian, le digo que mi madre ya se fue, que estamos solos, puede detenerse…
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V: Absurdo es no entender y avanzar…, no saber hacia dónde y creer avanzar… absurdo es ser tibio, o sentirse bueno simplemente por evitar hacer el mal…
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SC: Vian, le advierto que me está aburriendo a mí también… yo me quedé por usted, no por sus palabras…
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V: Absurdo es no moverse para no caer, absurdo es no oler la tierra mojada… absurdo es no creer en los milagros…
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SC: Vian, ¿no entiende que se va a quedar solo? Usted es un cabrón...
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V: Absurdo es que el oro sea más valioso que el carbón, absurdo es creer que tiene sentido hoy hablar de razas puras… absurdo es el nobel de la paz para Obama, o los que santifican a Stalin, o a Pinochet, o a cualquier otro…
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SC (Comenzando a reírse de la misma forma que Vieja Culiá) Creo que usted le va a dar el favor a mi madre, Vian… está hablando estupideces inconexas…
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V: Es absurdo que una sociedad pasiva espere que las cosas cambien por sí solas… absurdo es creer que no hay necesidad de víctimas… absurdas son las escaleras mecánicas…
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SC: ¡Me voy, Vian…! Mi madre todavía debe estar cerca y usted se puso ahueonao…
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V: Absurdo es quien cree que no hay vida en el desierto, o el que piensa que el hombre realmente ha llegado a la luna… absurdo es quien cree que el hombre ha llegado alguna vez a algún lugar que se ha propuesto…
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SC: (Se escucha la voz saliendo por un costado del escenario) ¡Ya está solo Vian, puede usted callarse…!
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V: (Hace una pausa, pero luego continúa) Absurdo es no contradecirse… absurdos son los libros de teoría, de cualquier tipo… absurdo es llorar por los muertos luego de olvidar que estaban vivos… (nuevamente hace una pausa, como si dudara entre seguir o no, pero continúa) absurdo es que estemos tan cerca y pasemos por el lado de los otros sin mirarnos… absurdo es viajar apretados en el metro odiando secretamente a cada uno de esos que te quita un poco de aire… Absurdo es que decidamos revolcarnos con gente que no sólo te desconoce, sin que no le interesa en lo más mínimo descubrir aquello que tienes dentro… Absurdo es que se nos pase la vida muriendo y no viviendo… o viviendo de una forma ajena… (Pausa larga… aunque luego sigue con una intensidad más baja) Absurdo es que no nos importen los otros, almorzar viendo noticias de muertes e injusticias y no atorarnos ni perder el apetito… Absurdo es creerse feliz o infeliz… (Pausa) Absurdo es no leer el absurdo hermoso que regaló a veces Boris Vian, o desconocer el regalo de una flor pequeña que nace entre el pavimento… absurda es la caza como un deporte… o preocuparse por el auto tras atropellar a un perro… absurdo es que pretendamos ser capaces de amar a una persona siendo incapaces de amar a la humanidad completa… absurda es la exigencia del uso de corbata y hasta la corbata misma… a no ser que tengan la verdad escrita en ella, o sean alegres y brillantes, como la misma verdad… Absurdo es pretender que los niños no se ensucien… ni que los grandes… absurdo es creer que los adultos dejan de ser niños… absurdo es que nos acostemos sin recibir al menos un abrazo cada día, o sin haberlo dado… aunque absurdo es también pretender que el amor lo sea todo… (Última pausa, algo distinta que las anteriores, y que da paso a un tono más íntimo… más descubierto) Absurdo también puede ser este blog… o que yo escriba acá cada día… absurdo es no saber nunca cuando las cosas son necesarias, o dejan de serlas…
Y es que supongo que por ahí cerca está la clave: en hacer lo necesario… lo que realmente necesitamos o que creemos necesitan los otros… yo creo que el tiempo alcanza justo para esto, y que luego sólo queda dormir…
(Pausa)
¿Y si se puede…? ¿O si no será mucho…?
La verdad es que no lo sé… pero aquí dejo el absurdo del día de hoy… por si sirve de algo…
Y claro, quizá también sea absurdo que me cansé… y que tenga sueño… y que a pesar de todo me sienta alegre…
Disculpen si cansé también a alguien… si es que queda alguien… pero me voy, porque parece a fin de cuentas que fui yo el que me cansé más… (La escena queda a oscuras, y en silencio).
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(Como última acción de la obra, el hombre invisible prende la luz, pero ya no hay nadie, salvo él. En el lienzo donde antes se anunciaba la fiesta de disfraces puede leerse otra frase: “Intentaré que nos veamos mañana. Un abrazo. Vian.”)
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Fin del cuarto acto, y de la conversación toda.
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jueves, 27 de enero de 2011

Conversación absurda sobre el teatro del ídem (Parte III)

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Tercer acto.
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Escena 1: Exterior del salón. El lugar está preparado para recibir a los invitados. Atrás, colgado sobre la gran muralla que marca el término del jardín, hay un gran lienzo que dice: “Fiesta de disfraces”. Todos los personajes están en el escenario, aunque unos más retirados que otros. En primer término se encuentran Vian (V), Felipe Falopio (FF) y Samuel (S). Luego se agregará la señorita Cassatt.
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FF: (Mirando el letrero) ¿Quién hubiese dicho que ésta era una fiesta de disfraces?
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S: Sin embargo observo que ha venido usted disfrazado.
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FF: Sólo por costumbre, no por indicación expresa.
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V: Pues en mí invitación sí salía que había que asistir disfrazado.
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S: ¿Le llegó a usted invitación?
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V: Sí, por supuesto… ¿acaso no les llegó a ustedes?
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FF: (Mirando a Samuel antes de contestar) No… no nos llegó nada… ¿Cómo era la suya?
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V: Blanca, y con letras blancas, por lo que no se leía muy bien… y venía también un poco de efectivo, para costear el disfraz, supongo…
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S: ¿Y compró usted alguno?
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V: No pude, el dinero se me fue en pagar una multa…
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FF: ¿Puede usted explicarse? (Saca la grabadora y aprieta un botón)
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V: ¿Qué cosa?
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FF: La multa… en la que gastó el efectivo…
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V: No les gustará… es que una historia tediosa y absurda…
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S: ¿Cómo la que estamos representado?
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V: Justamente, puede que sea una copia a escala…
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S: Pues con mayor razón debe usted contarla…
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FF: Sí, puede servirnos para entender algunas cosas…
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V: Lo dudo, pero ahí les va…
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(En ese momento llega la señorita Cassat, quien interrumpe tímidamente, luego de levantar la mano)
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SC: ¿Puedo escuchar también la historia? Mi madre me prohíbe entenderlas, pero no escucharlas…
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V: De acuerdo… (Vian hace una pausa mientras los otros se aprestan a escuchar) pues verán ustedes, iba yo manejando el otro día cuando me detuvo un carabinero…
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FF: ¿Iba de verde?
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V: No, yo iba con ropa de calle, creo que jeans y…
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FF: No, me refería al carabinero…
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V: Sí, de verde…
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FF: Es que creo que lo conozco, yo…
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S: (Intrigado con la historia de Vian) ¿Puede dejarlo continuar, señor Falopio? (Felipe Falopio se calla y hace un gesto a Vian para que continúe)
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V: El caso es que no me detuve ante ese carabinero, sino que seguí por el camino, sin embargo, justo 357 días después vi que aparecía frente a mi vehículo en marcha, quién sabe si el mismo carabinero…
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SC: (Interrumpe entusiasmada) ¿Quiere decir que el carabinero dosapareció en frente suyo?
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V: ¿Dosapareció?
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SC: Claro, que apareció dos veces…
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FF: Pues si lo hizo o no, estoy seguro que se trata del mismo carabinero del que…
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S: (A la señorita Cassatt y a Felipe Falopio) ¿Podrían dejar que termine su historia…? Es que tengo esperanzas de que sea algo así como el corazón de la nuestra…
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V: (Retomando la narración) Bueno… como sea… lo que ocurrió fue que esa vez me detuve, y descubrí que el policía me quería multar por una situación absurda… y era que él me exigía tener las luces prendidas pues según él, faltaba menos de una hora para que oscureciera…
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FF: ¡Qué absurdo!
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V: Pues eso pensé yo, y se lo dije… o sea, le pregunté cómo iba yo a saber que faltaba una hora para que oscureciese si aún no oscurecía… y él, sin argumentos por supuesto, me decía simplemente que todos sabían…
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FF: (Sin poder contenerse) ¡Estoy seguro que es el mismo, él mismo…! (Samuel lo mira amenazante y Felipe Falopio intenta controlarse, aunque sigue gesticulando en silencio)
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V: Al final, le exigí que esperásemos una hora: si oscurecía en el intertanto, no sólo pagaría la multa, sino que estaría dispuesto a ser condenado incluso a la pena de muerte…
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SC: (Entusiasmada) ¿Y es cierto que le llegó invitación para esta fiesta? (Todos la miran sin entender su pregunta, por lo que la señorita Cassatt se avergüenza) Disculpen, es que soy algo lenta…
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V: (Perturbado en un inicio, pero retomando la historia, tras una pausa) Bueno, ya se darán cuenta que, como me ven acá, quiere decir que gané, que no oscureció en una hora… y que de hecho, bueno… hasta el día de hoy…
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S: Es cierto, yo lo reporté, es un fenómeno inquietante, no se oscurece desde hace ya varios días…
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V: Claro, justamente desde que esperamos con el carabinero… (Vian toma una copa que estaba sobre una mesa y se la sirve lentamente)
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FF: Espere... ¿es ese el final de la historia?
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V: Sí. Como epílogo podría contar que el carabinero aún está esperando y hasta olvidó quién era… a veces algo pasa y le moja los pies y él cree que es planta, o un tipo bromista le echa ceniza en la cabeza y él piensa que es cenicero… Yo mismo, que decidí dejarle el efectivo de todas formas, lo llevé a pensar que era una alcancía…
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FF: ¿Tanto le afectó la situación?
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V: Así parece, por lo menos…
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FF: Pues yo lo encuentro absurdo… además, si esta historia es, como decía Samuel, el corazón de la nuestra, supongo que lo único que quiere decir es que nuestro corazón no late en lo más mínimo… que se ha detenido…
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SC: Yo creo que es mejor preguntarle al anfitrión.
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S: ¿Qué anfitrión?
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SC: El de esta fiesta.
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FF: Pues yo creo que no hay anfitrión.
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SC: Siempre hay anfitrión, mi madre lo dice.
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FF: ¿Y quién es su madre? (La señorita Cassatt se la indica)
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V: Es Vieja Culiá.
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SC: Sí, ese es el nombre de mi madre.
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FF: Creo entonces que iré a saludarla.
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S: Yo también.
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(Ambos van hasta donde Vieja Culiá, y se observa que le hablan, a la distancia)
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Escena 2: Los mismos, menos Samuel y Felipe Falopio. Es decir, Vian y la señorita Cassatt.
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SC: ¿Sabe Vian…? Qué bueno que se fueron los otros, yo quería preguntarle algo…
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V: Dígame…
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SC: ¿Usted no está a gusto en su dosfraz, no es cierto?
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V: ¿En mi disfraz?
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SC: No, dosfraz… recuerde que usted está disfrazado dos veces…
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V: Pues sí, es cierto… no estoy muy cómodo…
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SC: ¿Y no piensa hacer algo al respecto?
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V: ¿Respecto a qué?
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SC: Respecto a nosotros. Lo que pasa es que tengo entendido que usted tiene contactos con el anfitrión… no tiene por qué quedarse más en el absurdo, o sea… usted quiere decir otras cosas, supongo…
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V: Sí, supone bien… pero es que sabe… a veces me siento extraño, como que tengo un poco de miedo… me gusta a veces poner trabas a lo realmente importante y además hay elementos en mí que también son medio absurdos… o no sé… turbulentos de otra forma, quizá…
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SC: Creo que lo entiendo… a mí me pasa lo mismo por ser siamesa…
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V: ¿Está usted segura? Yo sólo veo una…
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SC: Lo que sucede es que soy un caso excepcional: soy siamesa pero yo y mi hermana éramos mitades opuestas, es decir… la unión da en apariencia un ser como cualquier otro…
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V: ¿Quiere usted decir que usted es, por ejemplo, el lado derecho, y su hermana el izquierdo y…?
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SC: No. No se trata de lados. Yo soy la parte de arriba y mi hermana la parte de abajo (Se levanta la falda) se la presento… de más está decir que ella es más liberal que yo…
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V: (Con otro tono, y cambiando también su actitud corporal) ¿Por qué actúa así?
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SC: ¿Se dio cuenta? Lo que pasa es que quiero cerrarle este camino. Quiero saber qué es eso que tiene que decir…
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V: ¿Y qué más?
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SC: (Con un tono serio, diametralmente distinto al anterior) Y quiero que se enfrente con mi madre, y haga estallar esta situación de mierda…
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V: (Luego de una pausa) No sé si deba…
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SC: Yo tampoco, pero quiero verlo así, que destruya todo esto como si expulsase a los vendedores de un templo… quiero que mire usted de frente al público general… además yo sé que ellos son los que le interesan… (SC le sonríe, amistosamente) ¿Quiere que lo bese o que tengamos sexo para darle ánimos?
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V: No es necesario. Creo que lo intentaré sin incentivos y veremos qué sale.
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SC: ¿Llamo entonces a mi madre?
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V: ¿A Vieja Culiá?
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SC: Sí, ese es el nombre que ella tiene (La señorita Cassat comienza a avanzar en dirección de su madre)
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V: Espere… (La señorita Cassatt se detiene) ¿Podría decirme antes cuál es el nombre que usted tiene?
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SC: No debiera…
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V: ¿Podría decírmelo de todas formas, por favor?
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SC: (Tras dudarlo un momento, ella mira fijamente a Vian, con actitud decidida) Eleutheria, mi nombre es Eleutheria… Pero no se tiente… esto es parte del final que desechó…
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V: No se preocupe, no lo haré… Además el final nunca lo vislumbro antes de tiempo.
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SC: ¿Pero será mañana?
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V: Sí, mañana pondremos fin a esta conversación, pase lo que pase.
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Fin del tercer acto.
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miércoles, 26 de enero de 2011

Conversación absurda sobre el teatro del ídem (Parte II)

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Segundo acto.
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Escena 1: Samuel (hombre del tiempo) (S) – Felipe Falopio (FF) – Madame Corticoide (MC) – El hombre invisible. Todo sucede en el mismo salón. Vian y la Señorita Cassat conversan a un costado de la escena. En un sector más lejano, Vieja Culiá puede estar sola o en compañía, entre invitados varios.
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FF: ¿Y dice usted que nadie le cree?
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S: Nadie.
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FF: ¿Ni su madre?
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S: Ni ella.
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FF: Pues no le creo.
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S: Ya ve usted, tengo razón.
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MC: (Entrometiéndose) Pues yo creo que razona usted como un cerdo.
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S: Es para que usted me entienda mejor, señora.
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MC: Madame Corticoide, por favor, si es que puede pronunciarlo.
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(S mira en otra dirección despreciando a Madame Corticoide, aunque hace gestos como practicando la pronunciación del nombre)
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FF: (Dirigiéndose a S) A mí también me gustaría decirle que su razonamiento no me convence.
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S: Entonces dígalo.
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FF: (Temeroso) Es que temo pueda usted golpearme.
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S: No lo haré, hable con confianza… tiene mi palabra
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FF: Es que no creo en su palabra, disculpe…
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S: No se preocupe. Además, al menos, usted tiene formas más respetuosas de decirlo… (Madame Corticoide hace un gesto de desprecio y se voltea quedando frente al hombre invisible, quien se acerca para olerla, pero sin tocarla).
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FF: ¿Pero sabe usted por qué le pasa eso?
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S: ¿Qué cosa?
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FF: (Molesto) ¡¿Por qué finge no saber a qué cosa me refiero?!
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S: Es que de verdad no lo sé.
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FF: No le creo… usted sabe perfectamente que hablo del problema ese de que nadie le cree…
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MC: (Sin voltearse, pero entrometiéndose de igual modo) No debiera usted molestarse, Felipe Falopio… ese hombre es un farsante.
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S: Pues le contaré igual señor Falopio, aunque sé que habrá otras preocupadas de escuchar mis palabras… (Madame Corticoide finge indiferencia, pero tanto ella, como el hombre invisible están atentos a las palabras de Samuel).
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FF: Espere un momento… ¿le molesta si saco mi grabadora?
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S: Para nada, de hecho es un halago.
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FF: (Tomándola y apretando un botón) Puede usted comenzar.
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S: (Modulando sus palabras y acercándose en lo posible a la grabadora). Iniciaré diciendo que mi nombre es Samuel, igual que mi tío Enrique que en paz descanse…
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FF: (Atento y levemente sorprendido) Pero si su tío se llamaba Enrique…
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S: (Dándose importancia) No interrumpa por favor. (Retomando y volviendo a acercarse a la grabadora) Decía yo que desde pequeño sentí inclinación hacia el partido de jóvenes comunistas checoslovacos… bueno, e inclinación hacia la izquierda en general.
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MC: (Mirándolo de reojo y hablando a media voz) Rojo maricón. Comunista de mierda. (El hombre invisible la apoya y hace un gesto obsceno a Samuel, quien no se percata).
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FF: No le haga caso, Samuel, yo también tuve inclinación hacia la izquierda cuando pequeño…
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S: ¿Y por qué habla en pasado de su inclinación, señor Falopio?
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FF: Porque me operé. Al final resultó que tenía la pierna derecha un poco más larga (Hace un gesto de caminar cojeando inclinándose hacia la izquierda)
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S: Pues yo en vez de operarme profundicé mis creencias, y estudié meteorología.
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FF: ¿Por su propia cuenta?
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S: No, en la Universidad de Leipstiszich.
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FF: ¿Está acreditada?
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S: (Orgulloso) Sí. Acreditadísima.
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FF: (Acercándose y felicitándolo) ¡Bravo! ¡Bravo…! (Aplaude e insta a Madame Corticoide a aplaudir, quien da unas cuantas palmadas desganadas, como aceptando un triunfo de Samuel)
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S: (Orgulloso y alegre) No sabe cuánto me alegran sus aplausos… Pero sobre todo me alegra que usted me crea…
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FF: (Sin dejar de aplaudir) Pero es que yo no le creo, Samuel…
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S: ¿Y entonces por qué aplaude?
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FF: Porque miente usted muy bien… (Lo felicita) Estupendamente… incluso podría usted dedicarse a ser político en vez de dar el tiempo, Samuel…
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S: (Sorprendido y un tanto derrotado) Yo pensé que usted me admiraba… pero entonces… ¿por qué decidió grabar todo esto?
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FF: No decidí grabarlo, Samuel. Detuve la grabación, estuve grabando todo lo demás, hasta que usted comenzó su historia.
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S: (Sin una reacción clara) ¿Lo dice para ofenderme?
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FF: No, no lo crea así… sus palabras quedaron grabadas en mí… por eso apagué la grabadora, sólo grabo lo irrelevante, lo que puedo olvidar fácilmente, para poder recordarlo…
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S: (Levemente alegre) Entonces… ¿sus aplausos son sinceros?
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FF: Sincerísimos. (Ambos se abrazan efusivamente)
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(Mientras se abrazan, el hombre invisible, quien estaba oliendo las piernas de Madame Corticoide, le da un mordisco en un glúteo, provocando que ésta se voltee rápidamente y golpee a Samuel, quien no entiende qué ha ocurrido)
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MC: ¡Es usted un pervertido y un asqueroso hombre de letras…! (Sigue golpeándolo, mientras el escenario giratorio deja frente al público a Vian y la señorita Cassatt, quienes han escuchado las palabras de Madame Corticoide y esperan a que la situación se tranquilice un poco, para comenzar a hablar)
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Escena 2: Vian y la señorita Cassatt.
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SC: Pobre Samuel…
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V: ¿Lo conoce usted?
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SC: Mmm, podría decirse que los dosconozco…
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V: (Intentando corregirla suavemente) ¿Quizá sea desconozco…?
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SC: No, dosconozco… es que lo conocí dos veces… primero como hombre del tiempo, y luego como hombre de letras…
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V: Yo tenía entendido que el señor Samuel mentía cuando contaba aquellas historias.
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SC: Lo que sucede es que nadie le cree… como da los pronósticos del tiempo…
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V: (Un poco celoso y/o desconfiado) Pues a mí me parece que nunca lo he visto dando el tiempo…
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SC: Es que lo hace en otros lugares… por ejemplo, él es muy famoso en el desierto de Ghobi.
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V: (Despreciándolo un poco) Pues ahí debe ser fácil, apenas debe decir que hará calor y eso es todo…
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SC: No lo creo. (Con cierta admiración) Él a veces transmite pronósticos de lluvia y hasta de nieve, y los habitantes de allá lo escuchan tanto que dicen que han aumentado la venta de impermeables y paraguas en el sector en un dos mil doscientos dos por doscientos.
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V: Pues yo creo que es una maldad jugar así con la creencia de la gente…
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SC: Él también lo cree así… yo no porque siento que así hace soñar a las personas y les da espejismos… pero lo cierto es que él se complica y obsesiona con el tema…
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V: (Mostrándose un tanto indiferente) ¿Cuál tema…?
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SC: Acerca de que nadie le cree… es que él se lo toma muy a pecho, como que no creyesen en él, en su existencia casi…
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V: Antes decía usted que la gente hacía caso de sus recomendaciones, por absurdas que fueran…
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SC: Es distinto… Nadie cree en él, pero le hacen caso… Es como al revés de Dios, en el que todos creen, pero… (Mira un poco asustada en dirección de Vieja Culiá) Dosculpe, (Ella se inclina dos veces), es que ella no me deja hablar de Dios…
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V: (Aún celoso) Pues en eso al menos le doy la razón a su madre…
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SC: (Retomando a una actitud más tímida) ¿Usted también...? Pues yo debo darle la razón en todo.
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V: (Acercándose un poco a ella) ¿Puedo preguntarle algo, señorita Cassatt?
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SC: Acaba de hacerlo…
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V: No, yo me refería a otra cosa… ¿Siente algo usted por el señor Samuel?
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SC: ¿Algo como qué?
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V: No sé… algo profundo… importante…
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SC: ¿Cómo orgasmos?
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V: Eh… no… me refería a algún sentimiento, un afecto importante por él, quizá…
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SC: No, de esos nada, sólo de los otros… es que sabe… mi madre no me deja tener sentimientos.
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V: (Mirando de reojo a la madre, y acercándose a la señorita Cassatt) Esa Vieja Culiá…
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SC: (Dejándose abrazar) Sí, ese es el nombre de mi madre.
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(Bruscamente la señorita Cassatt se separa de Vian, pues observa que su madre le hace un gesto. Vian, algo cobarde, finge abrochar sus zapatos y toma una bandeja como para defenderse de un posible ataque a sus genitales)
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V: ¿Nos ha visto ella?
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SC: Creo que sí… pero sólo me está haciendo el gesto para que la ayude con su aspirina.
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V: (Sin mirarla aún, directamente) ¿Debe usted ayudarla a tomar una simple pastilla?
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SC: No es tan simople. Son supositorios. Es que tiene ella tiene muy delicada la garganta…
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V: Pues la compadezco… debe ser difícil para usted...
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SC: No tanto… aún tiene firme el esfínter…
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V: Me alegro entonces.
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SC: Sí, yo también, es que lo ejercita a diario… (Yendo hacia dónde su madre quién le hace gestos desde) Con su permiso… volveré en cuanto la atienda y me lave las manos y el antebrazo derecho.
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V: No hay problema (Se sienta volteándose a ella y toma directamente de una botella)
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(La señorita Cassatt avanza hacia donde su madre mientras se coloca una mascarilla y unos guantes largos, de goma. La luz disminuye hasta oscurecer la escena)
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Fin del segundo acto.
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