domingo, 30 de septiembre de 2012

Vian & el Verdadero Falsificado.


I.

Estaba en una fila para pagar en el supermercado cuando presencié un altercado digno de mención.

-¿Podría repetirme por qué no puedo pagar con este billete? –insistía un hombre.

-Porque está falsificado –respondió la vendedora.

Entonces el hombre levantó la voz y exigió la presencia de alguien más.

-Este billete es verdadero –insistió el hombre, entregándole el objeto a un inspector que llegaba atraído por el bullicio.

 Luego, el recién llegado sacó una máquina que emitía una luz azul y acercó el billete.

-Tiene razón –dictaminó tras observarlo-. Este billete es verdadero.

-¡Lo oye…! –gritó el hombre-. Ya lo sabía yo… ¡el billete es verdadero!

-Nunca he dicho lo contrario –dijo entonces la vendedora, de lo más tranquila.

-¡Pero si todos la escucharon…! –volvió a gritar el hombre, indignado.

Se produjo entonces un momento de expectación.

-Yo dije que usted estaba falsificado –señaló tras una pausa la vendedora-. No quería armar un escándalo, pero le reitero que el falsificado es usted, sin duda…

Y claro, la discusión siguió, pero yo dejé de escuchar en ese instante, y analicé la situación.


II.

Lo primero que pensé es que se trataba de un sueño.

Uno de esos tan vívidos que todo parece estar ahí y hasta puedes percibirlo con los sentidos.

Por eso, lo primero que hice fue salir de la fila e ir hacia el pasillo de las cervezas donde estaba una promotora que había llamado mi atención. Me acerqué sin dudarlo.

-¿Qué está haciendo…? –me dijo apenas entré en contacto.

-No finjas –le exigí- si estás en mi sueño y con ese escote, es por algo…

Ella se alejó unos pasos y se hizo la desentendida.

Luego llegó un guardia.

No era un sueño.


III.

Diez minutos más tarde me encontraba en una pequeña sala, esperando que llegara la policía, junto al hombre falsificado.

Se trataba de una situación doblemente absurda, pero podía terminar en algo serio, pensé.

-¿Usted también está falsificado? –me preguntó entonces aquel hombre.

-Eh… no, no creo… -le dije.

-Pues yo tampoco lo creía –agregó él-, y ya ve…

-Sí… ya veo.

-Imagínese… treinta años viviendo así y de pronto a uno le dicen que está falsificado, y más encima me detienen…

-Sí, suena injusto –comenté.

-Además se trata de una prueba aleatoria… o sea, tocó que me descubrieran a mí… pero podría pasarle a cualquier otro…

-A cualquier otro falsificado –corregí.

-Pero no hay cómo saberlo… ese es el punto… no hay cómo saber si uno está falsificado…

-¿Pero acaso no tenía usted una impresión, al menos, de ser falsificado… algo que lo hiciera sentir distinto a los demás, por ejemplo?

-Para nada –comentó-. Y creo además que nadie se dio cuenta antes… estoy casado, sabe… trabajo, tengo hijos… ¿se imagina cuando lo descubra mi esposa?

-¿O sea que usted ya ha sido usado, digamos, como moneda de cambio…?

-Claro… es terrible, ¿no cree? Daría cualquier cosa porque nadie se enterara…

-Mmm… pues yo no lo encuentro tan grave… -observé.

-¿No le parece grave no ser verdadero?

-Es que no sé… para mí ser falsificado no significa necesariamente no ser verdadero… y es que es complejo de explicar, pero siempre lo he considerado como cosas distintas…

-No sé… yo creo que usted lo considera así porque no le ha pasado… ¿por qué está acá a todo esto?

-Eh… bueno… creo que me propasé un tanto con una promotora…

-¿La de pasillo de las cervezas? –me preguntó el falsificado.

Yo asentí.

-Pues yo estuve a punto –comentó él.

Justo entonces llegó la policía.


IV.

-¿Cuál es el caliente y cuál el falsificado? –fue lo primero que dijo el agente.

Nosotros nos quedamos en silencio.

-¿Puedo preguntar algo antes? –consultó entonces el falsificado.

El policía asintió.

-¿A qué nos arriesgamos cada uno?

-Pues es simple… -dijo el policía-, el acosador deberá ser citado a declarar y dependerá si la chica en cuestión acusa formalmente… ¿era la de las cervezas, cierto?

-Sí –comenté yo.

-Pues aquí entre nos, es algo entendible… -comentó el policía, como haciendo memoria-, casi un atenuante....

-¿Y al hombre falsificado? –preguntó el ídem- ¿Qué le sucederá?

-Pues deberemos advertir a todos sus conocidos que está falsificado… para que no lo tomen por verdadero… es una mera formalidad…

-¿No es un delito? -preguntamos

-No… solo hay que advertir a quienes lo conocen –volvió a repetir el policía.

-¿Incluida su esposa, si es que tiene…? 

-Claro, a ella antes que a todos…

-Mmm… -dije yo.

El hombre falsificado había agachado la cabeza, abatido.

-Bueno… ahora me van a decir quién es quién… para tomar los datos –dijo el policía, más autoritario.

-Yo soy el falsificado –me adelanté a decir-. Mi nombre es Vian…

El verdadero hombre falsificado me miró agradecido.

-Ese no es su nombre –me dijo entonces el policía.

Yo guardé silencio un momento.

-Tiene usted razón –confesé, finalmente.

sábado, 29 de septiembre de 2012

Una tilde.


*

Un hombre me contacta tras la desaparición de su mujer.

Dice que se trata de algo urgente y que solo yo puedo ayudarlo.

Primero pensé que estaba bromeando, pero luego me di cuenta que la cosa iba en serio.

-¿Pero está seguro que puedo serle útil? –pregunté una última vez.

Y el hombre contestó que sí.

Dos horas después nos encontramos en un bar.


*

-Esta es mi mujer –dijo el hombre, mientras me entregaba una fotografía.

Yo miré la imagen y busqué algo importante que decir.

-Esta no es su mujer –le dije al fin-. Esta es una fotografía.

Él hombre me miró entonces, pensativo.

-¿Quiere una cerveza? –preguntó.

-Quiero dos –contesté-, mientras me cuenta los detalles.


*

-Ante todo quisiera decirle que la situación no es justa –comenzó-. Me refiero a que no espero encontrar culpables, sino entender lo ocurrido.

Yo asentí.

-Es decir –continuó-, es el universo entero el que fue planeado sin misericordia.

-No entiendo -señalé.

-Digo que un universo planeado con misericordia nos hubiera mantenido juntos… no hubiese permitido que nos separáramos…

-¿Y hace cuánto se fue su mujer? –lo interrumpo.

-Eh… creo que van a cumplirse cuatro días -responde.

-Ah… es muy reciente…

-Sí –asintió, apesadumbrado-, cada día paree más reciente.


*

-Dejó casi todas sus ropas –sigue el hombre, hablando de su mujer-, y no pareciera que se hubiese ido a algún lugar lejano…

-¿Y quiere usted que la busque? –pregunté.

-No. Quiero que me ayude a entender el mensaje que me dejó.

-¿A qué se refiere?

-A que me dejó un mensaje, antes de irse… -me explicó-. Yo lo encontré doblado sobre su mesa…

-¿Y qué decía el mensaje?

-Pues ese es justamente el problema…

-No lo entiendo.

-Quiero que me ayude a descifrar el mensaje, pero se trata de un mensaje extraño.

-¿Puedes decirme cuál es?

-Lo que pasa es que el mensaje es solo una tilde…

-¿Una tilde?

-Sí. Una tilde. Sin palabra alguna y al medio de la hoja. Una tilde -repitió.


*

-Siempre desprecié la ortografía ¿sabe…? -continuó-. Es decir, no lo digo de mala forma, pero es que sinceramente nunca me dio buenos frutos…

-…

-Y claro… ahora estoy en la necesidad de qué me aclare qué significa esa tilde… para eso lo he llamado.

-Mmm… -dije yo, haciéndome el interesante-. ¿Podría mostrarme esa nota?

-Claro…

Y entonces fue que vi el mensaje cara a cara… y pude ver también el supuesto tilde se deslizaba por la hoja que me habían entregado.


*

-No todo es lo que parece –le dije entonces al hombre, repitiendo frases armadas-. Usted sabe… uno cree estar bien y de pronto descubre que la palabra no la acentuamos donde debíamos…

-…

-Podría contarle mil historias donde sucede algo similar… pero sé que eso no bastará y que usted se seguirá sintiendo más o menos de la misma forma…

-¿Acaso me está diciendo que acentuamos mal nuestra vida…?

-Pues no lo sé, realmente… -contesté-. Solo le digo  que no debe despreciar la ortografía, pues no sabes qué significado contiene…

-…

-Creo que no puedo decirle nada más, disculpe… -señalé entonces, levantándome del lugar.

-Pero y ella… -preguntó mi interlocutor-, ¿cree usted que va a volver?

-¿Se refiere a su esposa?

-Sí…

-Mmm… pues no creo que el acento deba ir en esa pregunta.

El hombre me miró extrañado y tras comprender que no diría nada más, pagó las cervezas.

Así, finalmente, yo le agradecí, y le devolví un papel en blanco.

viernes, 28 de septiembre de 2012

¿Para qué usar el troncomóvil?




No entendía.

No entendía para que usar el troncomóvil.

No entendía para que usar el troncomóvil si se tenía pies.

De todas formas.

De todas formas Pedro subió al troncomóvil.

De todas formas Pedro subió al troncomóvil y corrió hasta su casa.

Piensa en comer, Pedro.

Piensa en comer, Pedro, para no reflexionar.

Piensa en comer, Pedro, para no reflexionar, mientras corre.

Huevos de pterodáctilo.

Huevos de pterodáctilo y costillas de brontosaurio.

Huevos de pterodáctilo y costillas de brontosaurio, como siempre.

Para eso sirve el troncomóvil.

Para eso sirve el troncomóvil, piensa Pedro.

Para eso sirve el troncomóvil, piensa Pedro, mientras se le acelera el corazón.

Como si tuviera hambre.

Como si tuviera hambre, el corazón.

Como si tuviera hambre, el corazón saliva.

De qué se alimenta.

De qué se alimenta el corazón.

De qué se alimenta el corazón, piensa Pedro.

No son los bolos.

No son los bolos, ni la tv.

No son los bolos, ni la tv, ni sus salidas con Pablo.

Y es que no entendía.

Y es que no entendía cómo funciona.

Y es que no entendía cómo funciona el corazón.

Quizá yo llevo el troncomóvil.

Quizá yo llevo el troncomóvil y el corazón me lleva a mí.

Quizá yo llevo el troncomóvil y el corazón me lleva a mí, piensa Pedro.

Entonces Wilma en la ventana.

Entonces Wilma en la ventana lo saluda.

Entonces Wilma en la ventana lo saluda, mientras guarda el troncomóvil.

Hay algo extraño, sin embargo.

Hay algo extraño, sin embargo, en todo esto.

Hay algo extraño, sin embargo, en todo esto, piensa Pedro.

Y es que puede que haya engaño.

Y es que puede que haya engaño, pero es bueno.

Y es que puede que haya engaño, pero es bueno, reflexiona.

jueves, 27 de septiembre de 2012

Blancanieves y el octavo enanito.


“Toda mentira necesaria
resulta hermosa
y enternece”
Boris Vian, Canciones de cuna.


Lejos de ser el nombre de una película porno –como podría sugerir a una mente perturbada-, Blancanieves y el octavo enanito es un extraño libro para niños que tuve la suerte de encontrar en una vieja librería hace algunos días.

Con ilustraciones en acuarela, una trama sutil y la utilización de pequeñas frases que no parecen tener una rigurosidad lógica, he pasado ya varias horas tratando de traducirlo desde el polaco, que es, por cierto, el idioma en que se encuentra escrito.

De esta forma, me he encontrado con una historia que convive junto a la historia oficial de Blancanieves.

En concreto, se trata de la presencia de un octavo enanito, mucho más pequeño que los otros, y que no es tenido en cuenta por los otros personajes del relato.

Así, si bien suele estar junto a las acciones centrales de la historia, el octavo enanito apenas participa en el relato, y sus acciones no parecen diferenciarse de las del resto de.las que realizan los otros enanos.

Es decir, acompaña a los enanos al trabajo, cena en una pequeño puesto junto a ellos y hasta observa embobado a Blancanieves igual que sus otros compañeros.

Ahora bien -se pregunta el narrador de ese relato-, ¿era más pequeño el amor que sentía ese octavo enanito, por Blancanieves, que el que sentían los otros siete? ¿Era acaso su corazón, más pequeño, incapaz de un amor con el de los otros compañeros?

Estas y otras preguntas –muchas que aún no logro traducir-, parecen invadir en distintos momentos este pequeño relato, que tiene su cumbre –según mi percepción-, en el momento en que el octavo enanito intenta, de puntillas, observar el féretro de cristal donde permanece Blancanieves, luego de ser envenenada por su madrastra.

Y es que en ese momento, el octavo enanito parece cuestionarse sobre sí mismo, preguntándose si alcanza a comprender realmente la magnitud de lo sucedido (“ya que su propia magnitud, lo llevaba a sentirse cada vez más insignificante y hasta indigno frente a las sensaciones de los otros”, dirá el narrador).

Por otro lado, el dibujo que acompaña esta escena –acuarela de tonos grises y azules-, parece disolverse en pinceladas cada vez más suaves, como si la situación narrada dejase entonces de existir de una forma concreta, y pasase a ser significada desde las propias dudas de este octavo enano, que también se desvanece, bajo el féretro.

De esta forma, más allá del par de páginas donde se desarrolla el final de la historia, es el momento en que el octavo enanito se apaga –esa es literalmente la palabra que traduce al término que lo describe en ese instante-, lo que marca el verdadero cierre de la historia.

“Sopló sobre su corazón, y se apagó de la misma forma como se hace con una vela”, es lo que dice aquella frase.

Y claro… no intenté traducir nada más, luego de esto.

miércoles, 26 de septiembre de 2012

Wingarden y el sumo zen.


*

Dejando de lado los mitos que hablan sobre un primer combate de sumo realizado por dioses cerca de las playas de Uzumo –y cuyo desenlace habría permitido la ocupación del territorio japonés-, tendríamos que remontarnos hasta el año 23 antes de Cristo para tener referencia oficial del primer combate de esta disciplina.

Dicha referencia podemos encontrarla, por cierto, en una de las crónicas del Nihon Shoki, escrito en el 720 de nuestra era.

Así, según aquel escrito, un artesano llamado Sukune, habría vencido –incluso dando muerte durante el combate-, a un contrincante cuyo nombre acabo de olvidar, convirtiéndose de esta forma en el primer ganador y patriarca de la disciplina.


*

En ese tiempo, por otra parte, no se tenían claras aún las reglas de este tipo de combate.

Es decir, no se establecían bien las medidas del espacio que delimita las acciones de lucha, no se tenía claridad sobre las prendas que debían vestir los luchadores, y no se sabía con claridad, inclusive, cómo resultar ganador de un enfrentamiento


*

Por esto –y por la extraña vaguedad de la crónica que habla de esa situación-, resulta extraño entender realmente cómo fue que Sukune logró ganar aquella primera lucha.

Y es que si bien el fundamento básico del sumo es sacar al contrincante de un espacio establecido –que se considera propio-, lo cierto es que en ese entonces ese espacio no se encontraba todavía delimitado, por lo que no logro comprender de qué forma pudo determinarse el triunfo de Sukune, a no ser por la muerte del contrincante, que señalábamos al pasar, anteriormente.


*

Con el tiempo, sin embargo, se establecieron nuevos criterios para determinar el triunfo en el combate (quitar la prenda de ropa al contrincante, derribarlo en el espacio de lucha, por ejemplo) lo que transformó un tanto el espíritu de este deporte.

Con todo, cierto grupo purista seguidor de esta disciplina, logró mantenerse a distancia de esas transformaciones, protegiendo el propósito inicial de sumo y fortaleciendo la realización de un deporte que pasó a denominarse –en su precaria traducción, al menos-, sumo zen.


*

Creo que fue a Wingarden al primero que escuché hablar sobre el sumo zen.

Él estaba dando una conferencia en la facultad de pedagogía de la UNAM –yo lo vi en una grabación, por cierto-, donde hablaba de los peligros que acechaban a la educación tras la inclusión de los conceptos de Zona de desarrollo próximo.

Entonces, mientras atacaba aquellos conceptos, el teórico comenzó a plantear la existencia de otras zonas de desarrollo, prácticamente inversas a las que comúnmente aceptamos.

-Imaginemos esa zona que debe desarrollarse –decía en esa oportunidad Wingarden-, similar al círculo donde se desarrolla la lucha sumo…

Y claro, él siguió hablando, explicando su teoría.

Y yo pausaba la grabación, mientras escuchaba, para entender mejor.


*

Si hubiese que explicarlo en resumen, el sumo al que hacía referencia Wingarden era esencialmente un ejercicio zen, que consistía en llegar a comprender que en el círculo en que comparten espacios dos luchadores, existen realmente dos círculos completamente distintos que nunca se tocan.

-El descubrimiento de esas zonas es lo único que debiese preocuparnos –decía entonces Wingarden-. Yo los invito a practicar este sumo zen.


*

Le hice caso a Wingarden.

Es decir, busqué un contrincante, le hice ver el video, dibujamos un circulo dentro del cual nos introducimos y comenzamos luego ese ejercicio de lucha que nuestro mentor llamaba comprensión.

Pasaron así algunas horas.


*

Ya iba a darme por vencido cuando me percaté que estaba comenzando a comprender.

Es decir, me di cuenta que el círculo en que nos encontrábamos con nuestro contrincante no era realmente el círculo del cual yo debía expulsarlo, según el sumo zen.

De esta forma, reconociendo mi propio círculo –que no excluye ciertamente la intersección o superposición con los de otros- podía lograr de una extraña forma, a ser el ganador de ese extraño combate.


*

Nunca he perdido un combate desde entonces.

Puede parecer soberbio, en primera instancia, pero lo cierto es que me avergüenzo de ello.

Y es que no podemos considerar como un triunfo el repetir una misma comprensión, vez tras vez, en cada combate, me dije.

Porque claro… una comprensión no es repetible.

Por eso, pienso ahora, Wingarden habló de esto en relación a las zonas de desarrollo próximo.

Así, el verdadero sumo zen incluiría no solo combatir contra un contrincante externo, sino sacar fuera de nuestros círculos, nuestros propios cadáveres.


*

Hay más círculos en nuestros propios círculos, podría concluir.

Y podemos seguir sacando gente de aquel círculo aunque te hayas quedado solo en algún momento.

Puede parecer inverosímil, pero debe usted tomarme en serio, aunque no pueda ahora explicarlo de mejor forma.

Déjelo reposar un poco, mientras tanto.

martes, 25 de septiembre de 2012

Cómprate un Vian.

"Esa es la lección del éxito:
no permitir nunca que la verdad
te estropee nunca
el titular de día siguiente"
T. L. G.


No te quedes esperando
y cómprate un Vian.

Son económicos,
ocupan poco espacio
y son resistentes
a un gran número
de dificultades.

¡Olvídate de las mascotas!

¡Olvídate de dormir con la televisión encendida!

Un Vian no requiere gran cuidado
y puede escribir en silencio
a tu lado
esperando a que te duermas.

¿Quieres que te cuenten una historia?

¿Quieres conversar con él
un rato, antes de dormirte?

¿Quieres alguien que esté ahí
sin serios compromisos afectivos?

Vian es la solución.

Nada de pilas.

Nada de carga solar.

Nada de alimentar o eliminar desechos.

Un Vian puede sobrevivir
hasta en las condiciones más inhóspitas.

Dile adiós al gato,
al perro y hasta al hámster…

Olvídate de sacar a pasear
o cambiar la arena
o temperar el acuario…

¡Que nadie exija nada de ti…!

¡Que nadie se atreva a coartar tus libertades…!

Un Vian te observará en silencio
y si te critica lo hará en metáforas
para que no se note.

No lo pienses más y consigue el tuyo.

No pierdes nada con probar.

Un texto escrito cada mañana
por más de dos años
avalan su eficiencia.

Vian no fallará.

Estará ahí cada mañana,
por si quieres acercarte…

¡Si hasta fabrica su propia cerveza…!

No esperes más y consigue uno.

Quedan pocas unidades.

Cómpralo,
antes que se agote.

lunes, 24 de septiembre de 2012

Este es el mundo, esas son las tuberías...


-Lo de las tuberías no es un mito –explica Luigi-. Es decir, toda la tierra está atravesada por extraños conductos que salen de vez en cuando a la superficie… Mario cree que hay que limpiarlos, por supuesto, pero yo hace tiempo que dejé de preocuparme por ellos. Es decir, yo lo hice, es cierto, aunque solo un tiempo… esperando que Mario compartiese una razón secreta que a final no existía…

-¿Mario no te dio razones? –le pregunté.

-Nunca –respondió-. Él actuaba siempre sin razones, y hasta creo que se sentía superior por eso… como si actuar sin propósitos hubiese sido una manera de mantenerse puro…

-¿No lo crees así?

-Claro que no… nada se mueve porque sí… es decir, hay fuerzas al menos, cuerpos que ejercen fuerza sobre otros, pero Mario parecía desconocer cualquier tipo de ley… su máxima era la limpieza, simplemente… el miedo a que algo ocurriese, pensaba yo, y tuviese que devolver el mundo con una mancha y pudiese ser culpado por ello…

-¿Devolver el mundo…?

-Sí… suena extraño, pero esa era lo que yo sentía… que le habían encargado algo, me refiero… este es el mundo, esas son las tuberías, creo que le dijeron alguna vez… pero Mario había olvidado quién se lo dijo… y hasta creo que malentendió el mensaje y se esforzó por algo que no tenía sentido alguno.

-¿Te refieres a limpiar las tuberías?

-Sí, pero no le tomas el peso… Y es que para Mario limpiar las tuberías significaba borrar hasta sus propias huellas… no vivir para limpiar las tuberías, me refiero… Y claro, eso es como sacarse la sangre de las venas… sí, sacarse la sangre de las venas para mantenerlas limpias.

-Pero tú… ¿acaso no hacías lo mismo que tu hermano?

-No. Entiendo que pueda verse así, pero yo en realidad hacia otra cosa… o creía en otra cosa más bien…

-¿A qué te refieres?

-No sé decirlo bien… pero de cierta forma yo esperaba algo de esas tuberías… que apareciese algo, me refiero… y es que sabes, allá abajo, en las tuberías más bajas… a veces se siente como una respiración, como un latido casi…

-¿Como si hubiese algo bajo las tuberías?

-No sé si bajo sea la palabra, yo creo que más bien en ellas, o que ellas formaban parte de ese latido… de esa pulsión…

-Pero eso es casi tan absurdo como lo que comentas de Mario…

-Yo siento que no… Puede que me equivoque, claro… pero la limpieza para mi hermano era igual al no paso del tiempo… o un aplazamiento más bien… yo en cambio siempre quise la explosión, el desborde de la tubería…

-…

-¿Te conté de la vez que encontramos una serpiente con mi hermano…? Fue extraño, sabes… él estaba acabando con unos gérmenes cuando apareció una serpiente y se enroscó en mi tobillo…

-Una serpiente… ¿en las tuberías?

-Sí… una serpiente… una grande, por cierto, que se enroscó a mi tobillo hasta que Mario me la quitó de encima y la mató a golpes de martillo…

-No entiendo por qué me cuentas eso…

-Te lo cuento porque Mario no solo hizo desaparecer el cuerpo destrozado de esa serpiente, sino que negó rotundamente saber nada de ese incidente cuando quise comentarlo con él en otras oportunidades…

-¿Y esa es la limpieza que criticas?

-Exacto… la limpieza como negación, el pensar que la vida es mejor cuanto menos cosas te ocurren… cuando nada ocurre en las cañerías, me refiero, y el mundo puede subsistir tranquilo, como si esas tuberías no existieran… o no fuese tuberías realmente… ¿me explico?

-Sí. Te explicas bien –admito.

Entonces, comprendiendo que la conversación estaba llegando a su fin, me aventuré a hacerle una pregunta a Luigi.

-¿Te puedo preguntar una última cosa? –le dije.

Luigi asintió.

-¿Sabes qué le ha pasado a Mario…? ¿Sabes dónde está…? –pregunté.

Luigi guardó silencio por un momento, cambiando su actitud, de improviso.

-¿Por qué debería yo saberlo? –alegó-. ¿Acaso soy yo el guardián de mi hermano?

Así, por último –y mostrándose molesto-, Luigi dio media vuelta y se metió por una alcantarilla.

Luego comenzó el caos.

domingo, 23 de septiembre de 2012

Todos somos Pat Garret.


I.

Nos guste o no nos guste lo cierto es que Pat Garret hizo lo que tenía que hacer.

Pueden llamarlo traición, si quieren, pero matar a Billy the Kid era simplemente parte de su trabajo.

No importa si fue amigo, o compañero de fechorías o nada.

Pat hizo simplemente lo que un sheriff tenía que hacer.

Todo lo demás es romanticismo barato.

Y ya basta de esos falsos ideales.


II.

A pocos les gusta aceptarlo, pero lo cierto es que no es correcto reducir un hombre a sus actos.

Además, hay que tener en cuenta que la mayoría de nosotros estaríamos, de esta forma, condenados.

Y es que si lo piensas, es como decir que un camello sin jorobas es lo mismo que un caballo.

Cuestión que no es, por supuesto, cierta en lo absoluto.


III.

Quizá nos sentimos mejores cuando cuestionamos a Pat Garret.

Y hasta puede que pensemos que es un acto de justicia escupir sobre su nombre.

Y claro, soñamos con Billy the Kid, mientras nos abotonamos hasta el último botón antes de ir al trabajo.

Y es que es más fácil ser un hipócrita, que atreverse a empuñar un arma y apretar el gatillo.

O traicionarse uno mismo, mientras jugamos a mantener limpias, nuestras palabras.


IV.

Todos somos Pat Garret.

Empuñamos nuestro corazón de la misma forma como el viejo Pat empuñaba su pistola.

Es decir, acostumbramos dirigir la mira hacia un blanco equivocado.

Y es que el problema finalmente, pienso yo, es que no sabemos qué uso darle.

Por eso, es que todos somos Pat Garret.

Y el corazón, sin duda, es un músculo extraño.



sábado, 22 de septiembre de 2012

Tarde a la ciencia ficción.

“Después de la muerte de Cristo
hubo un periodo de reajuste que duró
aproximadamente un millón de años”
K.V., Las sirenas de Titán.


He llegado tarde a la ciencia ficción. A quererla, me refiero. Hubo momentos antes, claro, con Ballard, K. Dick, Asimov, Bradbury… pero digamos que fue Vonnegutt el primero que me habló de ciencia ficción con un tono tan íntimo, que me pareció similar al silbido que hace una bomba cuando cae. Cuando cae al interior de nosotros, por supuesto.

Y es que en el interior de cada uno es difícil diferenciar el sonido de una bomba, con el que produce una semilla… porque creación y destrucción dejan de oponerse y pasan a ser complementarias cuando se quiere lograr reformular ciertas creencias.

Así, resultó que Vonnegutt, presente en una de las matanzas más terribles y absurdas de la historia –el bombardeo de Dresde-, me enseñó que es posible amar la humanidad luego de eso. Y que es posible incluso creer nuevamente en ella.

Y claro, no lo hizo desde el ejemplo pequeño de un individuo -de su sufrimiento, su comprensión, su forma de ver el mundo…-. Vonnegutt lo hizo a través de una mirada amplia, contemplando el absurdo y el sinsentido completo de una humanidad que, sin embargo, merecía una nueva oportunidad… para demostrar finalmente que son las necesidades de cada hombre –la llamada del ser de cada hombre- la que exige algo de todos nosotros, así nos tomemos para ello millones de años.

-Vale la pena –parece decir Vonnegutt-. Vale la pena todo el sufrimiento y el sinsentido si el hombre llega a ser finalmente lo que debe ser.

Así, dando por perdido al hombre… desechando incluso la cultura que ha construido… Vonnegut parece enfocar en sus escritos esa esencia que nos lleva a plantearnos realmente qué parte de nosotros merece ser salvada.

De esta, forma, junto con hacernos sentir dignos, y queridos, Vonnegutt nos lleva también a hacernos responsables.

Responsables porque si él, que pasó semanas apilando cientos de cadáveres quemados de forma absurda, fue capaz de sonreírle nuevamente a esa misma humanidad… uno no puede sino aprender a amar al hombre –o intentarlo al menos-, más allá de sus acciones particulares.

Y claro: sentirnos dignos.

Esa es la nueva fe que se necesita.

Y me gusta pensar que Vonnegutt no se equivocó, finalmente, al amarnos de esa forma.

viernes, 21 de septiembre de 2012

Una situación extraña.



Hoy me sucedió una situación extraña.

Estaba sentado esperando que me atendieran para obtener información sobre un departamento.

Eso ya es extraño, claro, pero la situación central es otra.

El punto es que mientras esperaba entró un hombre extraño hasta el lugar, con una botella en una de sus manos.

Nadie alcanzó a percatarse ni a decirle nada.

Así, el hombre avanzó directo hacia mí, que estaba leyendo Las sirenas de titán, de Vonnegutt.

Es extraño ese libro, por cierto.

Pero bueno, sucedió entonces que el hombre con la botella se acercó rápidamente y sin mediar provocación ni palabra alguna me partió la botella en la cabeza.

Luego se quedó mirando.

Era un tipo raro, no hay duda.

Es decir, más allá del comportamiento, tenía una cara extraña, como esa gente que se afeita el bigote por una apuesta, o algo así.

Y claro… eso me pareció chistoso.

Así, mientras me corría un pequeño hilo de sangre y los vendedores se paraban de sus escritorios, sucedió que comencé a reír.

De esta forma, mientras reía, veía tras del hombre los dibujos de los distintos modelos de departamentos y, de paso, observaba también el dormitorio piloto que estaba armado a un costado.

Todo era como una representación, pensé. Y seguí riendo.

Entonces, el hombre que me había quebrado la botella en la cabeza, comenzó también a reír, junto a mí.

Los vendedores, en tanto, se habían acercado hasta nosotros sin saber qué hacer.

-Lo confundí con otro –dijo de pronto el hombre que me había golpeado, sin dejar de reír.

Y bueno… yo reí todavía más, mientras sentía que el hilo de sangre ya había llegado hasta mi boca.

-¿Puedo ocupar ese baño? –pregunté a un vendedor.

-Es del departamento piloto –me dijo-. No funciona…

Fue entonces que otra vendedora se puso a reír, nerviosa, y lo mismo le sucedió a los clientes que estaban en el lugar.

-De verdad lo confundí con alguien… –volvió a excusarse el hombre que me había golpeado-. Mi esposa me engaña,  sabe…

Todos volvieron a reír.

Yo, finalmente, me limpié la frente con el borrador de un contrato, pero la herida no se cerró en lo absoluto.

Debido a eso, además, unas gotas de sangre cayeron sobre Las sirenas de Titán, de Vonnegutt.

Es extraño aquel libro, por cierto.

(Creo que ya se los dije)

jueves, 20 de septiembre de 2012

Como piezas de dominó.



-Supongamos que los hechos de tu vida son como piezas de dominó –me dijo-. Pero no creas que esos hechos son todos momentos concretos o situaciones específicas… es decir, yo les digo hechos porque no se me ocurre otra palabra, pero más bien…

-Entiendo –lo interrumpí.

-De acuerdo –continuó-. Yo creo que lo que te pasó a ti es que fuiste poniendo esos dominós en fila, y muy pegados unos de otros… como en esos juegos donde cae uno y botas de paso todos los otros… hay una película donde sale, no sé si te acuerdas, era de un hombre que cuando chico…

-Entiendo, no es necesario el ejemplo.

-Pues bien, te decía que esa es una forma de ver tu problema… o el riesgo que corres más bien. Y es que cualquier movimiento puede hacer que termines con todo derrumbado y sin oportunidad de reubicar. Un auténtico derrumbe, digamos, estéticamente bello, no hay duda, pero total y sin vuelta pues todos los actos quedan entonces deshechos… es como lo que le pasa al personaje este de la novela de la que hablábamos el otro día y…

-La recuerdo –comenté-. Puedes seguir.

-El punto es que tú sabes que eso está mal, Vian… O sea, no es por dármelas de sabio, pero la solución es fácil… Yo creo que la ves y por eso hasta me da vergüenza decirla. De hecho, me siento un poco equivocado de paso, con la situación… y yo no acostumbro sentirme así. Tú lo sabes, Vian, me conoces de hace años y no creas que si te lo digo es por…

-No creo nada, no te preocupes. Puedes decir tu solución.

-Es que es tan fácil, Vian… basta con ubicar los hechos más lejos unos de otros. No en filas me refiero y evitando la posibilidad de contacto ante una posible caída. Como los dominós que te decía en un inicio, ¿recuerdas?, la fila de dominós que al caer uno luego todos…

-Ya. Recuerdo.

-Pues eso. Hay que separar los dominós, Vian. Los hechos o los actos o como quiera que le llamemos a esas cosas. Sé que te cuesta porque no estás acostumbrado a eso y porque siempre has defendido eso que une a los hechos, ¿recuerdas que una vez hablaste de eso que unía a los hechos…?

-Recuerdo.

-Pues yo también lo recuerdo. El afecto, creo que dijiste… aunque en la explicación yo creí que hablabas de amor, derechamente, el amor que permite unir todos nuestros actos, vincularlos… creo que defendías eso, supongo… ese contacto que debía existir entre ellos, la cercanía… pero también el peligro por supuesto, de venirse abajo… pero de eso no hablaste, según recuerdo…

-¿Y entonces?

-Entonces es simple, Vian… Olvídate de la cercanía entre esos hechos, olvídate de los vínculos… Sepáralos y sobrevivirás… no se trata de libros que van pegados unos a otros… hay espacio, Vian… sepáralos…

-¿De verdad crees que hay espacio?

-Claro… o sea… el espacio de uno mismo es pequeño, lo admito… pero no hablo de tu espacio propio, ¿no entiendes? Para no derrumbarte tienes que poner tus hechos fuera de ti mismo, desligarte de ellos… ¿quieres sobrevivir, no es así?

-…

-Pues aunque no respondas yo sé que sí… todos queremos sobrevivir, Vian, no te avergüences de eso… Escucha: piensa que es como fichas en una ruleta… no apuestes todo en la misma casilla… O sea, puedes perder todo, pero no puedes ganar todo… Nunca se puede ganar todo, Vian… ¿por qué arriesgar todo si no se puede ganar de forma absoluta? Hacerlo así es estúpido… no es heroico, ni puro, ni nada… ¿Me entiendes? Vivir en ese borde es terrible, Vian… desolador… y nadie puede resistirlo.

-Entiendo.

-No lo entiendes, Vian… O lo entiendes de una forma tan precaria que no piensas dejar de hacerlo… eso se nota al mirarte… estás anunciando el derrumbe… quizá creas que puedes, pero aunque pudieras es un acto en vano… Nadie va a venir en tu ayuda, Vian… no hay como frenar los dominós cuando comienzan a caer y cualquier cosa puede hacerlos venir abajo…

-…

-Te derrumbarás porque sí, Vian… -dijo finalmente-, y todo lo que no quisiste para ti, terminará volteándose y transformándose en un acto egoísta… créeme Vian… puede verse lo que va a pasar, y no es bueno…

-¿No es bueno?

-No, Vian. No es bueno -concluyó.

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