viernes, 31 de julio de 2015

Como en el cuento de Vonnegutt.


-Como en el cuento de Vonneguttt…

-¿Qué cuento?

-Ese donde un tipo tiene una máquina a la que llama como una mujer… creo que está enamorado, incluso.

-¿Uno en que también quería que construyeran un frigorífico con forma de mujer?

-Sí, ese…  ¿lo leíste?

-Parece… me suena al menos, la historia…

-¿Te acuerdas si construye al final el frigorífico?

-La verdad es que no… me parece que nadie lo tomaba muy en serio…

-Exacto… no podía saber si lo decía seriamente o no…

-¿Y lo decía en serio?

-A mí me parece que sí… me refiero a que hasta había pensado en gabinetes diferentes según la parte del frigorífico…

-¿Y eso lo hace serio?

-Eh… sí… de hecho por eso lo comparaba, me parece… Ya sabes… pensar hasta en el interior, llenarnos de gabinetes…

-¿Y estás seguro si eso es serio?

-Claro… o sea… es un cuento, supongo que estoy seguro…

-¿Como en el cuento de Vonnegutt?

-¿A qué te refieres?

-Ya sabes… escuchas la idea, pero no sabes si realmente puedes estar seguro de ella…

-¿Vamos a empezar a repetirnos…?

-Pues una vez alguien me dijo que explicar dos veces no significa repetir…

-¿Te lo dijo una vez?

-Sí, eso creo…

-Pues ya ves… entonces eso también es como en el cuento de Vonnegutt…

(Etcétera)

jueves, 30 de julio de 2015

Un investigador. Melones de Curicó. Una armónica.



Como preparo mi futura desaparición de los escasos espacios sociales en los que hoy transito, estuve en búsqueda de un detective para solicitarle que intentara buscarme, como si yo, ya hubiese desaparecido.

Me refiero a que le conté el plan sobre mi alejamiento y le pregunté qué posibilidades tendría alguien para encontrarme, luego que yo lo hubiera realizado.

Por lo mismo, me decidí a contratarlo para que comenzase la búsqueda.

-¿Quiere usted que lo busque cómo si usted se hubiese alejado sin dejar rastro…? -me preguntó.

-Exacto –le dije.

-Pero, ¿quiere que le comente si sería fácil o difícil dar con usted, o quiere que realmente intente encontrarlo aunque sepamos que aún no se ha extraviado?

-Quiero que intente encontrarme, fingiendo que realmente he desaparecido -reiteré.

-…

El tipo puso mala cara.

-¿Le molesta el trabajo? –pregunté.

-Es que es absurdo… -comentó-, no logro entender cómo podría encontrarlo si…

-No voy a dejar más pistas que cuando lo haga –le expliqué-. Si no puede encontrarme ahora, quiere decir que tampoco podrán hacerlo cuando me vaya realmente…

-Pero…

-¡Vamos…! Si estoy seguro que ha tenido otros casos más raros…

-¡¿Le contaron sobre el violador de melones…!?

-Eh… no… yo comentaba, nada más...

-…

-¡Espere…! ¿Investigó a un violador de melones?

-Resolví el caso –me dijo, orgulloso-. Fue el caso más importante de ese año, en Curicó…

-Pero si en Curicó, que yo sepa, no es zona de melones…

-Pues con mayor atención fue importante –me dijo.

No hablamos mucho más.

Simplemente fijamos precio, y coordinamos la entrega de reportes, cada cierto tiempo.

Eso ya fue, por cierto, hace unos cuatro meses.

Hoy, puedo decir que he recibido unos seis informes bastante bien organizados.

En el último, sin embargo, el investigador se sale de su línea habitual y me plantea algo que no logro comprender.

Dice que me encontró en el sur… que tiene pruebas… y hasta me envía una foto.

Dicho informe, por cierto, parece estar escrito con gran nerviosismo, abandonando el orden característico de los textos anteriores.

Yo, en cambio, simplemente le deposito lo acordado y trato de pensar en otras cosas.

Y claro, dentro de esta misma actitud, toco un rato la armónica, antes de acostarme.

miércoles, 29 de julio de 2015

¿Todos los hombres sueñan?

"Todos los hombres sueñan..."
M. A., No 5, 1953

Me gusta leer revistas de divulgación científica antiguas. No solo por fijarme de qué forma iban desarrollándose adelantos en ese entonces sino para apreciar, principalmente, de qué forma imaginaban y/o proyectaban los hombres de antaño, su futuro.

Cómo imaginaban los vuelos tripulados al espacio, por ejemplo, o cómo proyectaban la educación, los medios de comunicación, las relaciones humanas y hasta el concepto de felicidad, establecido siempre –ingenuamente quizá-, como fin último de la existencia humana.

Y es que a fin de cuentas, su futuro, es ahora nuestro presente.

De esta misma forma, me resulta agradable ver cómo conviven en muchas de esas publicaciones, editoriales que hablan de un nuevo siglo lleno de metas cumplidas, o que, incluso, abren espacio para la inclusión de relatos de ciencia ficción donde el cuestionamiento moral del desarrollo humano no deja de ser la mayor preocupación, mientras que los adelantos tecnológicos solo operan como telón de fondo para los hechos narrados.

Hoy mismo, por ejemplo, leyendo algunos números de la revista Más Allá, del inicio de los 50´, no  puedo sino disculparme, ante ellos, por lo que no llegamos a hacer. Porque no luchamos, como sociedad, por nuestros sueños. Porque olvidamos asombrarnos. Y porque dejamos, en definitiva, el cuestionamiento moral en un plano secundario.

Este fue el mundo nuevo, digamos, en resumen.

Y es que ni siquiera soñamos -o no como se debe soñar al menos-, con uno distinto.

martes, 28 de julio de 2015

Un espectáculo callejero.


Tenían un espectáculo callejero.

Se decía que eran padre e hijo aunque nunca se demostró esa hipótesis.

El joven era siempre el que se preocupaba de reunir al público.

Así, sin ser demasiado específico, intentaba intrigar a las personas hasta reunir en torno a ellos un número considerable de asistentes.

Solo entonces, tras hacer un cálculo que siempre variaba según la cantidad de espectadores, le ponía un precio al acto de su compañero.

-Ahora –decía-, por solo cinco mil pesos, podrán ustedes ver cómo mi compañero deja de tener signos vitales… Pueden ustedes acercarse a él, intentar escuchar un latido o identificar cualquier otro signo… y si logran reconocer algo distinto al silencio de la muerte, les devolveré el doble del dinero…

Entonces, por lo general, la gente comenzaba a mirarse y, tras calcular que no era tanto dinero si lo juntaban entre varios, terminaban pagando la prueba.

Tras hacerlo, el hombre más joven le hacía una señal al mayor y pedía silencio.

Minutos después, el hombre mayor estaba tendido en el piso.

Muerto.

-Pueden pasar a comprobarlo –decía el joven-, de a uno eso sí… e intenten reconocer algún signo vital…

Comenzaban entonces a acercarse al hombre distintas personas que no podían convencerse de lo que estaban viendo.

Lo intentaban mover, le daban pequeñas bofetadas, le gritaban de improviso junto al oído, hacían el truco del espejo para captar el aliento, le abrían los párpados… todo sin éxito alguno.

De hecho, ya cuando la gente comenzaba a asustarse realmente, pues habían sido testigos –y quién sabe si hasta culpables- de la muerte de aquel hombre, llegaba el momento para que el joven propusiera la segunda parte del show.

-Es cierto –decía, ante la consternación de los otros-, ya está muerto, pero si pagan otros cinco mil, podrán ver cómo resucita, recupera su color poco a poco y vuelve a estar entre nosotros…

Y claro, si bien costaba un poco más reunir este dinero (por lo general venía de una sola persona que realmente se había preocupado por lo ocurrido), podría decirse que el importe lograba su cometido, puesto que apenas era avisado el hombre muerto de que ya estaba reunido, este habría los ojos y se ponía de pie de inmediato.

Y claro, las reacciones eran siempre las mismas…

Así, tras resucitar, el hombre era llenado de improperios… como si al volver a estar vivo se comprobara una estafa… y la gente volviese a su primera incredulidad... cuestión bastante absurda, si se piensa.

Así que bueno… en resumen, ese era el espectáculo callejero que presentaban.

En lo personal, me tocó verlo unas tres o cuatro veces.

Nunca di dinero, es cierto, pero debo confesar que en una oportunidad fui a comprobar si estaba realmente muerto.

Y por supuesto, puedo dar fe de que lo estaba absolutamente.

Ciertos comentarios y leyendas dicen que durante su última presentación, no se alcanzó a reunir el dinero para la resurrección y que luego de eso el joven y el cadáver desaparecieron.

Nadie, sin embargo, me ha confirmado esta versión.

lunes, 27 de julio de 2015

Una bombilla de luz.

“-Cariño, el espectáculo debe continuar.
-¿Por qué? – preguntó.”
K. V.

Una bombilla de luz.

Una huella en algún sitio.

La luna, apenas, tras las nubes.

El ladrido de un perro.

El cordón de un zapato olvidado.

Una herida en el rostro.

El sonido del agua.

Un disparo hacia el cielo.

Otra bombilla de luz.

Un crucifijo de madera.

Un frasco con pastillas.

Una foto en la billetera.

Un juego de mesa incompleto.

Las pilas de un control remoto.

Los planos de una casa en el bosque.

Dos piedras iguales.

Un cuento de Vonnegutt.

Una pulsera con trocitos de metal.

Una sonda que llega a Júpiter.

El refrigerador que entrega cubitos de hielo.

Un perro flotando en el espacio.

El abrelatas al fondo del cajón.

Un ojo mirando en algún sitio.

La última bombilla de luz.

Un ventilador con las aspas volteadas.

La segunda parte del quijote.

Pastillas, perdidas, para la memoria.

El maullido de un gato.

El calor que irradian los muertos.

Un hervidor que no fue enchufado.

La tristeza de una palabra en japonés.

Una composición de Tiersen.

La alarma de un despertador rojo.

La quinta taza de café.

Tres bombillas y dos se quiebran.

Vaya a saber usted, de qué es lo que estoy hablando.

domingo, 26 de julio de 2015

La gente en esa playa nudista.


Fui una vez a una playa nudista y me pareció un lugar triste.

Los accesorios por doquier y la gente desnuda.

Aparentemente desnuda, claro, entre tanto accesorio.

De hecho cuando pienso en la palabra tristeza es esa la imagen que recuerdo.

La gente en esa playa nudista.

Tal vez ayudó que el día estuviera nublado.

O que uno estaba con la resaca de la noche anterior.

Pero lo cierto es que la sensación era esa.

La playa, a todo esto, se llamaba Libertad.

Tenía el nombre pintado en un cartel de fondo celeste.

El cartel también era triste.

Y hasta la libertad, de esa forma, me pareció triste.

No fue solo sentirse incómodo.

No fue fruto de un pudor o un desagrado físico o moral.

Era una tristeza sin duda más profunda.

Tristeza de saber que la libertad terminaba en eso, tal vez.

La gente ahí, en esa playa nudista, me refiero.

Un hombre desnudo con reloj.

Una mujer desnuda yendo con dinero a comprar unas bebidas.

Una señora desnuda leyendo a Coelho.

Y el mar, por supuesto, golpeando contra la arena, sin demasiada fuerza.

¿Y es que saben...? 

La vida podía irse entera de aquella forma.

Me refiero a que todo era apenas una forma más en que la vida se gastaba.

Así, pensando aquellas cosas, fue pasando el tiempo.

Recuerdo que me quedé hasta que se fueron todos del lugar.

Habían quedado pequeños montones de basura, sobre la arena.

Comenzaba a oscurecer.

Como la resaca no se me había pasado me metí los dedos hasta la garganta y vomité junto a una roca.

Luego me vestí y me fui de lugar.

sábado, 25 de julio de 2015

Controle su peso, ahora.


Cerca de la Plaza de Armas de Santiago hay una señora que te adivina el peso.

Me lo había contado un amigo y como estábamos por ahí cerca pasamos a ver.

La mujer pone un piso fuera de una farmacia, en una galería, y tiene un letrero chico, de madera.

Yo pensé que era caro, pero la señora cobraba apenas $300, aunque uno quedaba tentado de comprobar y se subía a la electrónica de la farmacia, que cobraba lo mismo.

A nosotros nos adivinó el peso exacto.

-Si te vas a pesar en la electrónica súmate un kilo cuatrocientos, por la ropa… -me dijo.

De puro incrédulo me pesé en la electrónica y su pronóstico fue exacto.

Lo mismo sucedió con mi amigo.

Quedé viendo su proceso un rato más.

Simplemente te ponías frente a ella.

Luego te miraba y lo decía.

Era así de simple.

-¿No adivina nada más? –le pregunté.

-¿Qué más se puede adivinar? –me preguntó de vuelta.

-No sé… el nombre, algo del futuro…

-No tienes nada más –me interrumpió.

-¿Cómo?

-Nada más te pertenece- me dijo-. Nada más es tuyo.

Me quedé pensando en sus palabras mientras ella volvía a su trabajo.

-¿Te acuerdas de Ariel, de Kaurismaki? –dijo entonces mi amigo.

Yo me acordaba.

Así, mientras hablábamos de cosas finlandesas, pasamos a un bar y nos sumamos dos litros más a cada uno.

Más o menos así terminó el día.

viernes, 24 de julio de 2015

Trabajar para una incertidumbre.



Creo que es una frase de Pascal.

Esa de trabajar para una incertidumbre.

¡Pobre Pascal…!

No había para qué empecinarse tanto.

Tanta aspereza… tanta desconfianza…

Tata amargura.

No había necesidad de juzgar la vida.

No había necesidad de acusar a la humanidad de ser hipócrita.

Además… ¿cómo se hace para acusar a la humanidad…?

¿A quién se acusa?, me refiero.

Quizá debió quedarse con la matemática, después de todo…

Aceptar la incompleta perfección de la razón, me refiero.

Y es que finalmente, era inútil ponerse a luchar contra las palabras o contra los números…

Todo resultó, igualmente, ser una falsa ventana

Una lucha contra la imperfección que reside hasta en el corazón del hombre.

¡Pobre Pascal…!

Trabajando siempre para una incertidumbre.

Alimentando un fuego con palabras y números y más palabras…

Era imposible no mentir, Pascal.

Imposible no mentirse.

¿Acaso no lo sabes?

No hay nada más real que las matemáticas.

No hay sonido alguno bajo el bullir del lenguaje.

Así, lanzas una falsa piedra a una falsa ventana y nada se quiebra.

Aunque claro… está el cansancio…

Si a veces hasta dan ganas reírse…

Y es que es extraño, ¿no crees?

No tenemos derecho a amar y sin embargo debemos hacerlo.

Trabajar para una incertidumbre, creo que decías.

El agua está hirviendo para nadie.


jueves, 23 de julio de 2015

¿Y eso es malo?



Tomo una cerveza con un conocido bastante melodramático.

Conversamos un poco.

-El otro día fui al casino –me dijo-, me fue como la mierda.

-¿Perdiste tu dinero?

-No, pero fue peor… estuve como siete horas, hasta que me pidieron que me fuera, porque iban a cerrar…

-¿Y?

-Y nada… había comprado fichas y cuando las fui a cambiar recién me di cuenta…

-¿De qué?

-De que tenía exactamente lo mismo que cuando empecé… ¡exactamente lo mismo, hueón…! Y eso que gané y perdí varias veces…

-¿Y eso es malo?

-Malísimo po, hueón… perdí todo un día, pa quedar igual al final…

-Mmm…

-¿No lo encontrai terrible?

-Eh… o sea sí, un poco, pero podría haber sido peor…

-La sensación fue horrible, hueón… perder hubiese sido mejor, en serio… al menos algo hubiese pasado… pero cuando llegué a contar la última ficha y me di cuenta… fue como haberse reencarnado en la misma hueá…

-¿Cómo…?

-Como haber vivido una vida y después renacís otra vez en la misma vida…

-Pero uno se reencarna, se supone, en un ser, no en una vida…

-La misma hueá no más… el punto es que es la misma…

Iba a discutir su punto de vista, pero al final no quise.

Preferí dejarlo así, con su sensación de mierda.

Mientras terminaba la cerveza escribí una especie de cuento en una servilleta y se lo dejé encima de la mesa.

Luego me fui.

Al final de todo intentó ahorcarse, pero la cuerda se cortó, decía el cuento.

Nunca supo si eso fue buena o mala suerte.


miércoles, 22 de julio de 2015

Dos sueños.

"No tienes por qué invitarme nada.
Me tomaré este café hipotético
y me largaré de aquí"
J. F.

-¿Qué cuentas hoy? –me dijo.

-Hoy toca contar sueños –le dije-. Dos sueños.

-¿Breves?

-Sí, más o menos breves…

-Te escucho.

-El primero es sobre una canción –comencé-, o sea una canción que yo creaba. La canción se llamaba “yo no soy el héroe” y tenía una letra que memoricé cuando desperté, y la escribí, pero no la tengo acá…

-¿Y no te acuerdas algo de la letra?

-No, nada… pero el caso es que la canción hablaba justamente de eso… o sea, explicaba que yo no era el héroe de algo… pero extrañamente, la canción se hacía un éxito… era algo chistoso… como que la letra llevaba a un montón de gente a creer en sí mismos, o algo así… pero sin ninguna intención ni mérito…

-Y entonces te transformabas en un héroe gracias a la canción que decía lo contrario…

-Exacto –señalé-. Ese era el primer sueño.

-¿Nada más?

-No. Nada más.

-¿Y el segundo?

-El segundo era un sueño donde yo estaba frente a un edificio… un pequeño edificio de ocho pisos donde en cada uno de los pisos vivía un amigo…

-¿Vivía yo en ese edificio?

-No… o sea, no sé… era un sueño como un problema matemático… los amigos eran datos…

-¿Datos?

-Sí… es que el punto del sueño era que el edificio no tenía ascensor… y todos los amigos tenían para mí el mismo grado de importancia… y yo tenía que visitarlos…

-¿Tenías que visitarlos a todos?

-Sí, ese era un requisito…

-¿Y por qué a todos?

-Porque eran amigos… supongo que había que visitarlos… ya sabes, para mantener lazos o algo así…

-¿Y qué pasaba entonces?

-Pues entonces yo iba un día a saludar al primero… y se me pasaba todo el rato ahí… y pensaba ir otro día a ver al segundo… pero claro, cuando llegaba ese otro día y yo quería ir a ver al del segundo, tenía que pasar por el del primero, y al final pasaba a saludar a ese y me quedaba ahí otra vez…

-¿Y nunca ibas a ver a los otros?

-No. Y siempre antes de entrar miraba el edifico de fuera y pensaba en los siete pisos altos y en que era necesario visitar, pero nunca lo hacía…

-¿Ese es todo el sueño?

-No... Pasaba eso un montón de veces y mi concepto de amistad, en el sueño, me impedía pasar por el del primer piso sin detenerme a saludar, así que se repetía siempre lo mismo… Hasta que un día, estando donde ese amigo del primer piso vimos caer al que vivía en el octavo…

-¿Suicidarse?

-Sí…

-¿Y también era amigo del amigo que estaba en el primero?

-Eh… no sé… no lo recuerdo, realmente…

-¿Y qué pasó con los otros?

-Lo mismo: empezaron a caer luego el del séptimo, luego el del sexto… y así hasta el del segundo…

-¿Se mató el de segundo…?

-¿Cómo?

-A esa altura debía haber sobrevivido.

-Eh… no sé… en el sueño parece que sí… pero el punto es el dilema de sueño… ¿qué habría que haber hecho para llegar a ver al del octavo? Me refiero a que debe haber estado solo y no tenía cómo saber que uno le tenía cierto aprecio…

-¿Entonces tú piensas que si los hubieras visitado no se hubieran lanzado?

-Sí… en el sueño sí…

-¿O sea tú eras el héroe también, como en la canción?

-No lo había pensado así –confesé.

-Pues tal vez el problema es que tienes mucho ego…

-Mmm…

-Tal vez sea donde escribes o…

-No creo –interrumpí.

-Pero espera, ¿puedo hacerte una última pregunta?

-Sí, claro.

-¿Eres un gran escritor? 

-Eso es algo que nunca sabrás –contesté.

martes, 21 de julio de 2015

El amor, la vida, el entusiasmo.


F. le dice a K. que no le gusta salir a pasear. Pero luego aclara que no es que no le guste, si no que le complica calcular. Como K no entiende ella le explica que sí le dan ganas de salir, pero el problema es que las ganas se le pasan de golpe y entonces se produce un momento complicado pues tiene que volver sin ganas desde el punto en que cambió de sensación. Ambos conversan sobre el tema y hasta sacan un papel, donde F. dibuja gráficamente su problema. Ella misma comenta entonces que la solución sería poder calcular justamente cuál sería la mitad. Es decir, justo cuando el tiempo necesario para que cambie de opinión llegue a la mitad. De esta forma, aclara F., nuevamente dibujando el esquema, las ganas de pasear se pasarían justo en el momento de regresar a casa, por lo que ya no habría inconveniente. K. la escucha y se demora un tanto en entender, aunque luego lo hace y hasta le dice que es cierto, que sería ideal que todo fuese así. El amor, la vida, el entusiasmo, dice K., todavía pensativo. Entonces, tras escucharlo, F. le dice que se alegra que él la comprenda y hasta lo invita a pasar a su casa. K., sin embargo, tras pensarlo un poco le dice que no y se va a pasear solo. Ella está hueveando mucho, se dice.


lunes, 20 de julio de 2015

La sangre de san Genaro.


Ella antes de irse me dijo que lo nuestro era como la sangre de san Genaro. Y claro, como no quise quedar de hueón, no pregunté. Me lo dijo triste y hasta con un poco de rabia, con una actitud que traduje como una despedida definitiva, y hasta con estilo. Entonces llegué a casa y comencé a buscar sobre esa sangre. Encontré varios textos y un par de documentales mulas. Uno de ellos, incluso, estaba en ruso y sin subtítulos, pero lo vi igual. En todos ellos se decía que la sangre de san Genaro estaba guardada en unas ampollas, en una iglesia de Nápoles. También se decía que, cada cierto tiempo, la sangre esa, ya seca, volvía a licuarse, sin que nadie pudiese explicarlo. Se trataba, por supuesto, de una especie de milagro. En uno de los documentales, incluso, se mostraba un video de una de esas ampollas con sangre, licuándose. Debo haber visto unas diez veces ese video. Amé entonces a san Genaro. O a su sangre, más bien. Creí incluso en el milagro. Ella iba a volver, me dije. Cada cierto tiempo, tal vez, pero volveríamos a vernos unas cuántas veces. Y bueno... eso me bastaba, en ese entonces. No quise presionarla, así que no la busqué. Traté de mejorar otras cosas, digamos, en ese tiempo. Y es que como lo había dado todo por perdido, de alguna forma la promesa de la sangre de san Genaro me bastaba. Fue una buena sensación, después de todo, pienso ahora. Así y todo, lo cierto es que ella no volvió. Ni a la semana, ni al mes, ni al año, ni hasta ahora. A pesar de eso, he averiguado sobre la sangre de san Genaro y esta continúa licuándose. Por lo mismo, he llegado a pensar que tal vez ella quiso decir otra cosa con aquello de la sangre. O tal vez, ocurre simplemente que los milagros no existen. O tal vez -y esta opción ciertamente no me desagrada-, el milagro fue otro.

domingo, 19 de julio de 2015

Un testamento.


Muy cercano a la poesía resulta el testamento que me dictó una residente del Hospital Psiquiátrico Metropolitano, donde ya hace varios años realicé algún taller teatral al que ella asistía.

Me lo dictó mientras esperábamos al resto del grupo, apurándome para que lo escribiera en una agenda que ahora tengo en mis manos, y que por suerte revisé antes de tirar a la basura.

Si bien el testamento es breve –unas cinco o seis oraciones, nada más-, intento recrear un poco el diálogo en el que me fue dictado, para traerlo a la memoria.

*

-Usted es de fuera así que tome nota –me dijo-. Rápido porque es un testamento y no quiero que nadie sepa que voy a morir…

-¿Un testamento…? –pregunté.

-Sí… –aquí dictó su nombre, que omitiré-. Ahora hay que anotar las cosas que dejo… ¿ha escrito usted muchos testamentos?

-No… este es el primero.

-Entonces puede quedárselo… -concedió-. Anótelo eso sí…

-¿Qué cosa?

-Que le dejo a usted el testamento…

-Gracias.

-En todo caso yo creo que va a morir usted primero… así que anote mejor que el testamento es suyo aunque esté muerto…

-Eh… bueno…

-¿Anotó?

-Sí.

-Ahora escriba que también quiero dejar un gato…

-¿Tiene un gato?

-No. Quiero dejar un gato que no es mío, a elección del heredero…

-¿Qué heredero?

-No sé aún… el que quiera más al gato, supongo…

-¿Y qué gato es?

-El que quiera el heredero, ya te dije… puede elegirlo, pero con una condición… que sea un gato que no hable…

-Un gato que no hable…

-Sí, anote eso… dejó a mi heredero un gato que no habla.

-Ya –dije yo, y lo escribí.

-También dejo una bufanda que da tres vueltas.

-Ya…

-Escribe que debe dar tres vueltas en el cuello del dueño… si no, no es de él…

-Eh… listo… tres vueltas...

-También dejo mis ahorros…

-¿Tiene ahorros?

-No, pero no pongas que no tengo.

-…

-A lo mejor así les da emoción…

-Ya… ¿eso es todo?

-No. Falta mi ropa, las pastillas, el pelo…

-¿Anoto…?

-No, ya van a llegar… mejor anota que dejo una piedra…

-¿Una piedra cualquiera?

-No. Una piedra mía. Una piedra ciega.

-…

-Anota eso… una piedra ciega.

-…

-Es que uno se siente bien cuando ve a una piedra ciega –recuerdo que me dijo-. Luego uno ve distinto, como con más colores…

*

Algo así fue la conversación que tuvimos. Luego llegaron los otros y nos pusimos a ensayar.

Como pasaron muchos hechos extraños en ese Hospital, lo del testamento fue solo una anécdota, que vine a recordar hoy, de casualidad.

Con todo, como el testamento me lo donó a mí (ignoro si ella ha muerto en todo caso), podría decirse que se cumplió al menos esa parte de su voluntad.

Por otro lado, recuerde que usted puede también ser heredero y elegir al gato que no habla, la bufanda que da tres vueltas, los ahorros que no tenía o hasta la piedra ciega.

Yo, desde acá, recomiendo en todo caso lo de la piedra ciega.

Si lo hace, permítame antes de terminar, recomendarle un par de cosas.

Lleve la piedra hasta su cuarto y pónganla junto a su cama.

Antes de dormir y al despertar, mírela con cariño (porque no ve), y entonces el día, tal vez, para usted, tendrá más colores.

sábado, 18 de julio de 2015

Cómo evitar las manchas en la ropa.


No es tan simple evitar las manchas en la ropa.

Supongo que todos lo sabemos, pero aun así intentamos evitarlas.

Y claro, llegamos a enojarnos incluso, si alguna mancha se produce.

Por lo mismo, aprender a evitarlas parece ser un conocimiento necesario.

Esto, ya que aceptarlas, parece ser algo totalmente lejano a nuestra lógica.

Dicho lo anterior no queda más que ir hacia algunas ideas más concretas.

Aquí van:

1. Capa protectora de ropa: una solución sencilla aunque algo engorrosa, por lo general se recomiendan materiales plásticos transparentes que no impidan la visión de la ropa que se lleva puesta, bajo dicha capa. Lamentablemente, los experimentos realizados indican que no es el todo útil, ya que, si bien no se llega a manchar la ropa que se lleva bajo la capa, quienes la utilizan pasan prontamente a protegerá como si se tratase de la misma ropa. Es decir, los portadores terminan afectándose por las manchas sufridas en la capa, y todo beneficio se ve mermado.

2. Capa protectora de capa protectora de ropa: Véase descripción anterior e infiéranse beneficios y contratiempos.

3. No uso de ropa: solución básica, pero no siempre bien vista. Dejando de lado los cuestionamientos morales y aspectos climáticos, su aceptación incluso en lugares cerrados de índole doméstico, pueden ocasionar un desagrado mayor. Lo anterior, ya que , si bien de esta forma se evita 100% las manchas en la ropa, la molestia por experimentar las manchas directamente en la piel (que no resulta manchada permanentemente, por cierto) puede ser un remedio peor que la enfermedad, según la sensibilidad de cada sujeto.

4. Disminución de actividades posibilitadoras de manchas: Si bien la anulación total de actividades que puedan derivar en manchas para la ropa de los actuantes es algo imposible, la disminución de estas es algo bastante probable de realizar. Nos referimos a actividades principalmente sociales, ya que según estudios, son estas las que derivan en mayor cantidad de manchas (asimismo la selección de “ropas especiales” para actividades sociales hace que el daño causado por cada mancha sea percibido como mayor).

Por último, vale la pena señalar que lo anterior corresponde solo a algún esbozo que pretendo desarrollar y complementar en un futuro próximo.

Mientras tanto, no desesperen, recuerden que las manchas nunca han terminado por dar muerte a sus portadores.

viernes, 17 de julio de 2015

¿Y bien?


Llamo un taxi.

Le indico para dónde voy.

Incluso le indico desde dónde voy.

Pero eso no es suficiente.

Así, resulta que el taxi toma una ruta extraña.

Media hora después, sin embargo, me dice que estoy frente a la dirección indicada.

Pago.

Me bajo del taxi.

Busco mis llaves para abrir la puerta.

La puerta se abre.

Entro al lugar.

Algo está extraño en este sitio.

No es, sin embargo, algo concreto.

Observo las cosas.

Mis libros.

Tal vez estoy dejando algo fuera de todo esto, me digo.

Sigo, en tanto, con mis cosas.

Observo.

Busco entonces algo, para comprobar si lo que creo es cierto.

Me toco el rostro.

Me observo, algo inquieto, ante el espejo.

Esto pasa a veces, me digo.

No observo nada en el espejo.

Debo estar en otro sitio.

Comienza a amanecer.

El sol está algo distinto, esta mañana.


jueves, 16 de julio de 2015

Formas de regalar un disfraz.


Hace algún tiempo, dando vueltas por ferias, persas y lugares de esa índole di con un disfraz bastante extraño, de una especia de bicho similar a un escarabajo.

Estaba entre un montón de ropa que también parecían ser disfraces, o que se vendían, al menos, bajo esa clasificación.

No era checo, es cierto, pero en la etiqueta se leía SAMSA, por lo que no dudé ni por un instante sobre la naturaleza de aquella prenda.

Estuve tentado de ponérmelo, a escondidas, pero lo consideré demasiado patético, así que simplemente lo guardé en una bolsa en una pequeña bodega.

Luego que lo guardé, extrañamente, olvidé por completo que lo tenía ahí, hasta que hace unos días un ex compañero de U me pidió ayuda ya que debía ir con un disfraz a una especie de fiesta ñoña, donde solo se admitían disfraces conceptuales y algunas excepciones “convencionales”, al nivel del escarabajo.

Según me cuenta, ir de Gregorio fue todo un éxito, pues hasta consiguió algún acercamiento con una chica que fue de final abierto y otra que andaba de libro de autoayuda.

Me lo contó al otro día, por cierto, todavía con el disfraz puesto y algo de resaca, mientras me pedía que le regalase o le vendiese el traje.

Yo le dije que se lo ganara.

Y claro, él se lo tomó a la ligera así que se puso el disfraz y se metió a la pequeña bodega, donde debía dormir una siesta, con el disfraz puesto.

Han pasado cerca de 48 horas desde entonces y los golpes, en la bodega, aún se siguen escuchando, cada cierto tiempo.

También algunos gritos, por cierto.

Parece que se está cabreando en serio, lo admito, pero no creo que corra grandes riesgos.

De hecho, creo recordar que le dejé leche y un par de manzanas.

Lo chistoso es que escrito acá, hasta parece mentira.

Pero claro, también es cierto que en este mismo instante, vuelven a sonar los golpes.

Grita diciendo que mañana debe ir a trabajar.

No sé por qué se desespera tanto, si ni siquiera le gusta su trabajo.

El disfraz, por cierto, ya es prácticamente suyo.

miércoles, 15 de julio de 2015

La posibilidad de una existencia pura.

“Era el silencio de quienes creen que el mundo,
a ellos, no los necesita”.
B. Y.


La posibilidad de una existencia pura.

Me gusta decirlo en esos términos.

Acentuar incluso la posibilidad de una certeza.

Justo después de comprender que el mundo no te necesita.

Justo después de aceptar que existes fruto del azar.

Justo después de renunciar a toda posibilidad de trascendencia.

Creer, entonces, en la posibilidad de una existencia pura.

Nada de caminos.

Nada de metas.

Nada de proyectos.

Una existencia donde cada paso sea hacia el abismo.

Donde cada acción sea una renuncia.

Donde la única certeza sea la ausencia de algo verdadero.

Solo entonces ha de surgir la existencia pura.

Una existencia donde la acción se ofrece a sí misma como un regalo.

Donde todo se realiza sin esperar recompensas.

Donde el silencio se rompe por una voluntad que acepta el absurdo y lo abraza.

Que sean esos los ejemplos que sostengan nuestra vida.

Que sea esa la existencia pura.

El viento que sopla sin objetivo alguno.

Los millones de cuerpos sin luz ni vida que vagan por el universo.

La flor que nace en la montaña, para nadie.

Para morir, por supuesto, y para nadie.

Que sea esa la existencia pura.

Las palabras que no se dirigen a nadie.

El silencio que vuelve sobre sí mismo, y se consume.

La posibilidad, decía, de una existencia pura.

Me gusta decirlo en esos términos.

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